Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas». Efesios 2:10 RVC
«¿Quién eres?», «¿Qué quieres ser cuando seas grande?», «¿Con quién te casarás?», «¿Cuando te casarás?», «¿Cuando tendrás hijos?». Estas preguntas y otras similares nos persiguen desde nuestra niñez. Es como si todo tuviera que hacerse de cierta manera, porque sino se hace de la forma que la mayoría lo hace, corres el peligro de convertirte en algo raro.
Socialmente y culturalmente somos instruídos, enseñados a cumplir con unos «estándares» para mostrarle a otros quiénes somos. Pasamos gran parte de nuestros años persiguiendo, trabajando y tratando de construir «lo que seremos». Nuestro entorno nos dice que se trata «de lo que nosotros hacemos y logremos». Caminamos esforzándonos por ser, pertenecer, hasta que llega el momento que las fuerzas se agotan; nos detenemos y hasta nos derrumbamos. «¿Qué sucede si no logré tener una profesión?», «¿Y qué si lo que hago no me hace feliz?», «¿En qué me convierto si nunca encontré mi complemento?». «¿Hacia dónde voy sin hijos?». El «No soy», el «No tengo» nos grita y nos señala en nuestras mentes. Quienes «No somos» nos intimida una y otra vez, a solas en nuestro escondite y/o al rodearnos de gente.
Pero hoy deseo compartir una verdad contigo: lo que «somos» nunca se ha tratado de ti ni de mí, de lo que tú o yo podemos hacer, de lo que tú o yo podemos alcanzar, de lo que tú o yo podamos tener. No me malinterpretes; estudiar una carrera es importante, casarnos es una bendición, tener hijos es hermoso y obtener logros son excelentes añadiduras. Pero es importante entender que quienes somos no se trata de ninguna de estas cosas que mencioné. Somos creación de Dios; la Biblia lo confirma desde el primer libro, Génesis, y hasta el final, Apocalipsis. Fuimos creados para Él y por Él (Colosenses 1:16). Si desde nuestros comienzos se nos inculcara esta gran verdad y principio de vida, estoy segura que nuestras historias serían muy diferentes. Cada decisión la hubiésemos procesado por Su Palabra, hubiésemos esperado en Él y nos hubiéramos evitado muchísimos errores.
Hoy el Eterno -nuestro Padre- nos recuerda que hay nuevas oportunidades, porque como no se trata de nosotros -sino de Él- Su deseo es que manifestemos Su gloria en nuestro presente y en nuestro futuro. Sólo Él sabe los planes que tiene para nosotros, que siempre son y serán de bien (Jeremías 29:11). No se trata de ti, no se trata de mí. Todo se trata de Él. Dios nos hizo y conoce nuestro propósito (Efesios 2:10). Sólo Él sabe cuál es nuestra asignación, aquella que producirá fruto y buen fruto (Juan 15:16). Pero para alcanzar esto se requiere que reconozcamos y confiemos que somos de Él y para Él. Demanda que le entreguemos las riendas de nuestras vidas. “Confía en el SEÑOR con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar». Proverbios 3:5-6 NTV
Edna Liz