A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron». Juan‬ ‭1:11‬

Un movimiento fresco ya se siente. Se puede escuchar el sonido de un nuevo tiempo. Los hijos han comenzado a manifestarse con más intensidad, sensibilidad y fuerza cual nunca antes se había visto. Atmósferas donde se manifiestan milagros constantes siguen en aumento y esparciéndose por toda la tierra.

Se levantan atrevidos -los que corren riesgos en todas las áreas de sus vidas- porque ya el temor no los controla. La sabiduría recorre la tierra y se corona en los obedientes y humildes. El conocimiento está cubriendo la tierra y Su poder está rompiendo moldes. El Hijo de Dios ya está por hacer su entrada triunfal. ¡No te distraigas! ¡No te quedes esperando lo que fue!

Queremos que los cielos se abran sobre nosotros. Anhelamos avivamiento en nuestras vidas, iglesias y ciudades, pero queriendo aún lo que fue y como fue. Perseguimos lo que otros recibieron y cómo lo recibieron, perdiendo de vista lo que Dios quiere revelarnos a ti y a mí ahora. Es cierto: Dios no cambia. No cambia Sus preceptos, quién fue, es y será. ¿Sabes quiénes cambian? Tú y yo. Somos cambiantes y Él quiere moverse en nosotros y a través de nosotros para que manifestemos Su gloria ahora a otros en todo lugar.

Siempre me ha llamado la atención lo que sucedió en el tiempo de Jesús. Los que lo esperaban, no lo recibieron. La mayoría, en especial los fariseos -quienes conocían la ley, las promesas, las escrituras- pasaron desapercibida su presencia en la tierra. Jesús evidenciaba una y otra vez quién era, pero ellos no percibían las señales porque insistían que así no debía ser. Se quedaron en la crítica y se detuvieron en los cuestionamientos. Perdieron de vista a Jesús; perdieron de vista la revelación del Hijo de Dios.

Me preguntaba: «¿Y yo, también lo hubiera perdido de vista? ¡Estoy segura que no! Un secreto acerca de mí: soy algo inconforme y algo insurgente, en especial cuando se trata de defender la verdad. Seguramente hubiera sido algo así como la mujer del frasco de alabastro, que ahora todos la admiramos, pero en aquel tiempo muchísimos la hubieran apedreado. Bueno, eso es otro tema.

Por ningún motivo debemos pasar desapercibido este tiempo donde Él no sólo quiere manifestarse continuamente en ti y en mí de forma única; ya lo está haciendo. Él quiere añadir a lo que ya conocemos de Él, presencia y poder.

Persigue un encuentro con el Eterno a diario. Sé persistente, no te conformes y ¡no esperes lo que fue!

«Y sucederá en los últimos días -dice Dios- que derramaré de mi espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y aún sobre mis siervos y siervas derramaré de mi espíritu en esos días, y profetizarán». Hechos 2:17-18

Edna Liz