Recientemente, mientras meditaba en todo lo que ha significado este año para mí y recordaba cada pérdida, cada reto, cada proceso, no podía pasar desapercibido el cuidado de Dios y Su fidelidad para conmigo y mi familia. Ha sido un año intenso en muchos aspectos y, aunque no debería sorprenderme por las cosas que están sucediendo en el mundo (y muy cerca de nosotros), tengo que confesarte que me ha estremecido ver cómo el mundo avanza y cómo el enemigo ha tomado ventaja en todas las áreas. Ya las estrategias no están ocultas y, dentro de ellas, está la intención de intimidar y hacer callar a la Iglesia de Jesucristo, ya que la verdad que predicamos puede ser “ofensiva” para algunos.
Yo no sé qué planes tienes tú para este 2023, pero dentro de algunos de mis planes “estaba” el exponerme más en diferentes maneras. Mientras meditaba en lo antes expuesto, me «entró como un susto»; un miedo al pensar que mi vida pudiera estar en peligro a causa de mi fe. Pensé, ¿será conveniente exponerme en este tiempo? Y le dije al Señor (en broma, pero en serio): «¿por qué mejor no me llevas ahora contigo y se acaba todo esto?». Y así, interrumpiendo todos mis pensamientos locos, sentí la voz de Su Espíritu: “Estás entrenada para un tiempo como este”. Esta frase quedó grabada en mi mente, entendiendo que no sólo yo estoy entrenada para un tiempo como este, sino también cada hijo e hija de Dios que ha perseverado en la fe en un tiempo como este.
Vino a mi mente la historia de Ester. Ella, siendo una chica “común”, logra cautivar el corazón del rey y llega a ser su esposa. Ella jamás pudo imaginar que su posición le pudiera costar la vida. Pero, pasado el tiempo, Ester se entera de que se había emitido un decreto para aniquilar a los judíos. Luego Mardoqueo, su primo, le pide que se presente ante el rey para implorar clemencia e interceder en favor de su pueblo, a lo que ella envió una respuesta poco alentadora. Ester expresó su realidad y le recordó que si ella se presentaba delante del rey sin ser llamada podía perder la vida. Ante esta respuesta, Mardoqueo no vaciló, sino que la confrontó ante otra realidad: “No te imagines que por estar en la casa del rey serás la única que escape con vida de entre todos los judíos. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre perecerán. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”. Ester 4:13-14.
Habían muchos judíos en aquella época, pero sólo Ester había sido preparada para ser posicionada en autoridad. Jamás pensó que pasaría por algo semejante a eso, pero allí estaba ella –en medio de un caos– dispuesta a accionar en fe. Fue coronada de gracia, hubo sabiduría en sus palabras, tuvo astucia a la hora de planificar lo que debía hacer, se armó de valentía y se atrevió a usar su posición en pro de salvaguardar a su pueblo. En este tiempo hemos sido llamados, así como Ester, para levantarnos y dar la vida para salvar a nuestras generaciones. Nos toca atrevernos a presentarnos ante autoridades para desenmascarar al enemigo y -sin miedo- repetir las mismas palabras que expresó Ester: «Y si perezco, que perezca».
No importa cuál haya sido tu pasado. El propósito de tu vida vale más que la historia de tu vida. Podemos mirar nuestro pasado y tal vez para nosotros no tenga nada espectacular, pero lo que hoy somos está ligado a las experiencias que hemos vivido y cómo estas nos han hecho madurar. Y es importante que comprendas que las decisiones que estás a punto de tomar dependerán de quién creas tú que eres. La palabra nos enseña en 1 Pedro 2:9 que nosotros somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncien las virtudes de aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”. Cuando aceptamos a Jesús, nuestra identidad cambia y nos convertimos en realeza; no para vivir modelando nuestra ropa de lujo, sino para que expresemos la bondad y poderío de aquel que nos llamó al extraordinario conocimiento de Su gloria.
Jesús le enseñó a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”. Mateo 5:14-16
¿Qué buenas obras estaremos dispuestos a hacer? ¿Cómo vamos a hacer brillar la luz de Cristo en nuestra vida? ¿Estaremos dispuestos a utilizar nuestra posición de autoridad, como hizo Ester, en beneficio de una nación aunque nuestra vida o nuestros beneficios estén en peligro?
De algo sí podemos estar seguros y es que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). Puede ser emocionante imaginar vivir en el cumplimiento de esta verdad, pero creo que debe ser más emocionante ser parte de esos hijos e hijas valientes, atrevidos, sagaces, comprometidos y dispuestos a dar cumplimiento a esta verdad. De nosotros está el aceptar y el asumir la responsabilidad y lo podremos hacer si logramos entender que cada una de nuestras experiencias vividas nos han entrenado para un tiempo como este.
Cierro con las palabras que Pablo le dejó a Timoteo: «Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti… porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». 2 Timoteo 1:6-7
Con amor y expectativa de lo que vendrá,
Lisandra