Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». Filipenses 3:13-14

El 2017 nos enseñó que tenemos voz y que necesita ser escuchada. Que nuestra voz necesita ser alzada porque contiene demasiado. Jamás calles lo que el cielo depsitó en ti.

En el 2017 aprendimos que aunque venga la tormenta nuestros pies se mantienen firmes porque el Dios de los cielos va al frente y si nos caemos, nos levantamos con más fuerza. Nos enseñó a sacar lo mejor de la tormenta porque nuestra mirada no se apartó del propósito. En el 2017 aprendimos a sonreír a lo que está por venir, no importando lo que veían nuestros ojos. La promesa fue declarada y nos agarramos de ella con uñas y dientes. En el 2017 aprendimos a abrazar nuestra identidad. Con sus defectos y virtudes en nuestra marca, Dios nos hizo únicas para manifestar Su gloria.

Entonces… que venga el 2018 porque será más grande lo que veremos. Nos escucharán rugir en el 2018 aún más fuerte y cada una emitirá un sonido contundente de libertad para caminar en manifestación. Las hijas del Rey caminan en destino y el mundo que tienes alrededor tendrá que reconocer el impacto de tu influencia. Esto apenas comienza.

Comienza este nuevo año mirando de frente a un nuevo año que necesita ser conquistado desde Su presencia. Conquístalo de rodillas desde su comienzo. Adora al Rey por lo que verás ser liberado sobre tu vida y mira con esperanza cada día de los 365 del año.

¡Vístete de gozo y celebra! Celebra en grande y ruge con fuerza. El 2018 conocerá tu nombre como el cielo lo conoce ya.

Vilmarie