Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te dí por profeta a las naciones». Jeremías 1:5 RVR

Hoy te hago una invitación: siéntate en Su mesa. Durante esta semana tuve una charla muy particular con el Padre. Mientras le hablaba, mis lágrimas corrían sin parar sobre mi rostro. En un momento dado, mi espíritu sólo exclamaba una frase: «Fix me, Papa» («Arréglame, Papá»). En ese momento, mi espíritu sólo anhelaba que El Padre arreglara áreas que yo no soy capaz de arreglar.

No sé cuántas veces le has dicho al Padre una frase similar. Hay momentos en que nuestro corazón sólo anhela hacer Su voluntad y cuando vemos nuestra humanidad nos preguntamos: «¿Cómo puedo lograrlo?». Es ahí cuando escuchamos la dulce intervención de Su invitación: «¡¡¡Siéntate a mi mesa, hija!!!». Sentadas a Su mesa recibimos dirección, enseñanza, consuelo y, ¿sabes qué? ¡Su mirada está fija sobre nosotras! Allí recibimos diseños claros y nuestra debilidad es invadida por Su fuerza. Léelo alto y claro: «Mi debilidad es invadida por Su grandeza».

El Padre sólo necesita un corazón rendido y un «Sí» de tu parte para abrir diseños delante de ti, sentada a Su mesa. Allí hay rendición, allí hay descanso, allí hay renuevo y allí hay visión. Es renovada tu visión y comienzas a ser llena de una atmósfera de manifestación de poder. Ya no ves lo roto en ti, sino la grandeza que el Padre hace resplandecer dentro de ti.

Amiga… Hoy saca un tiempo y corre a sentarte a Su mesa. ¡Papá te espera!

Vilmarie