Sólo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector. ¡Jamás habré de caer!”. Salmo 62:1-2
Recuerdo que cuando era niña solíamos jugar al primero que cruzara el río sin caer al agua, aunque la realidad era que todos queríamos mojarnos. Buscábamos pisar piedra por piedra esperando ser sostenidos por ellas y descansar hasta dar un brinco para pasar a la próxima.
Recuerdo que quien ya había llegado al otro extremo, gritaba: «¡Pisa esa roca! ¡No, esa no!». Todos gritábamos y reíamos buscando cuál era la mejor para no caer. En estos tiempos vivimos agitados, apresurados, como si estuviéramos dando esos brincos entre el cuidar a la familia, trabajo, ministerio, crisis propias y sin que falten las que se manifiestan en el mundo actual. La diferencia es que, esta vez, es una realidad y no un juego. Muy pocas veces encontramos a alguien del otro extremo gritándonos cuál debe ser el próximo movimiento que nos salvará de no caer y equivocarnos. Más bien estamos rodeados de contínua crítica. David describe en el versículo del mismo Salmo 62:3 que quien experimenta estas cosas: “Es como un muro inclinado, ¡como una cerca a punto de derrumbarse!”.
Puede ser que al final del día te sientas como a punto de derrumbarte, pero si subes tus pies a la roca eterna, que es el Dios de tu Salvación, Él no te dejará caer. David lo sabía muy bien y lo declaraba con gran firmeza. Más adelante en el mismo salmo, él declara que de Dios viene su esperanza y que en Él está su protección. Si lees cuidadosamente, él lo dice en tiempo presente, no en el futuro, porque David estaba seguro en quién creía y no permitió que el momento de persecución lo desenfocara.
¡Pasarás al otro lado! Aunque en este momento todo parezca contrario, difícil, se vea sin esperanza, declara que Dios es la roca de tu salvación y no te dejará caer. Confiesa al levantarte que Él es tu refugio y tu protección. Él es Dios fiel, no miente y te salvará.
Desde este extremo te grito: «¡Pisa esa roca! ¡Sube tus pies a la Roca Eterna!».
“Dios es mi salvación y mi gloria; es la roca que me fortalece; ¡mi refugio está en Dios! Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él. ¡Dios es nuestro refugio!”. Salmo 62:7-8
Edna Liz