Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuan incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos». Efesios 1:18-19

A través de la desobediencia de Adán y Eva, sus ojos fueron abiertos a una realidad que no necesitaban conocer; una realidad que los separó de la Presencia de Dios y los sacó del destino maravilloso que el Padre había creado para ellos.

Pero ahora, por medio de Jesús, su sacrificio en la cruz del Calvario y su muerte y su resurrección, nosotros tenemos acceso nuevamente a lo que Dios desde un principio preparó para nosotros. Esto no significa solamente salvación y una vida eterna «futura», sino que -desde hoy- tú tienes acceso a vivir una vida sobreabundante en el Señor.

¿Sabes que si nosotros como Sus hijos decidimos conocer la verdad de Su palabra y vivir en obediencia a esa Palabra, entonces a través de esa obediencia nuestros ojos comenzarán a abrirse a la realidad del cielo? ¿Cuál es esa realidad? Aquella que te lleva a vivir del conocimiento a la convicción de que eres hijo y también heredero de cada una de las bendiciones que El Padre preparó para ti. Esa realidad te hace consciente de la extrema necesidad que tenemos por Su presencia y por conocerlo a Él cada vez más.

Ser cristiano no te asegura vivir o ver esa realidad. Esto está reservado sólo para los inconformes, para aquellos que saben que hay algo más y están dispuestos a invertir lo que sea necesario en conocer esa verdad. ¿Deseas que tus ojos sean abiertos a esa realidad? Sólo necesitas desearlo, conocer y obedecer.

Lisandra