Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Eclesiastés 3:1
Este fin de semana me fui con mi esposo a dar una vuelta y uno de esos días fuimos a un restaurante que nos gusta a ambos. Antes de que la comida llegara, me dirigí hacia otra parte del establecimiento y, de repente, me encuentro con una persona muy amada por mí.
Fue la que me cuidó de niña, mi amada madrina. Fue un tiempo hermoso. Hace mucho tiempo que no la veía y pudimos conversar un rato. Eso definitivamente fue algo que no me esperaba. Esto me hizo ver que en los momentos en que pensamos que no veremos ciertas cosas suceder, es ahí -cuando menos lo esperas- que llegan. Este momento que viví me impactó mucho ya que el lugar al que fuimos era muy grande y sé que era muy poco probable ese encuentro y el que coincidiéramos allí. Pero el Padre es tan detallista que anheló que viera a una persona que es muy importante en mi vida y me hizo recordar lo afortunada que soy al poder ver a la persona que cuidó de mí durante mi infancia.
Además de esto, el Padre me ministró que desde el vientre de mi madre me ha cuidado. Que a pesar de las circunstancias que pasamos en nuestra vida, Él siempre está ahí y aprovecha momentos como estos para hacernos recordar lo bendecidos que somos de tener un Padre que nos cuida y nos ama. Qué rico es recibir esos detalles que son como un «de repente» de Dios. Son los que llenan nuestra vida y nos hacen ver el cuidado y el amor que tiene el Padre con cada uno de nosotros.
Así es que vive en paz porque -cuando menos te lo esperes- llegará ese «de repente» de Dios para llenarte de Su amor y de la bendición del cielo. Recuerda que Sus promesas y Su cuidado estarán contigo en donde quieras que vayas.
Magda