Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor esperan». Salmos 31:24 NVI

Toda creación y su resultado comienza con un sueño. Unos creen en ello y lo persiguen hasta realizarlos, mientras que otros los entierran bajo la afirmación de «imposible». No tengo ninguna duda en que todos somos soñadores, unos más que otros, pero todos hemos sido creados con la capacidad de soñar para crear.

Al leer las Escrituras, puedo reconocer y entender que todos nuestros sueños son puestos en nosotros por Él y para Sus propósitos. Sueños grandes o pequeños, todos van encaminados para reflejar la gloria y majestuosidad de nuestro Creador. Ahora bien, cuando nace un sueño en nosotros, también nace una fuerza, un ánimo puesto por Su espíritu para llevar a cabo la realización del mismo. Ciertamente, realizarlos cuesta trabajo, tiempo, dejar a un lado ciertas cosas que nos gustan; también conlleva invertir dinero que escasamente tenemos, entre otras cosas. Nuestra mente se convierte en un campo de batalla entre lo que debo ver y lo que no veo, entre lo posible e imposible, entre lo que Dios habló y lo que dicen los que me rodean. ¿Cuántos sueños hemos enterrado al encontrarnos ahí?

Por alguna razón, ya sea debilidad o miedo, le permitimos a nuestra mente ganar, aniquilarlos y, por ende, los enterramos, deteniendo la oportunidad de reflejar al mundo Su poder a través de nosotros. Hoy levanto una declaración: «Recobramos el ánimo, nuestros sueños resucitan y no renunciamos». Tenemos el ADN del Creador de todas las cosas y del que hace que todas las cosas sean posibles (Lucas 1:37). No limitemos Su poder con nuestra mente, permitiendo al desánimo gobernar nuestras emociones.

No renuncies a los sueños que Dios un día puso en ti. No renuncies a ver a tu familia completamente restaurada, aunque todavía no lo veas. No renuncies al negocio que comenzaste a construir un día cuando viste cómo a través de él podías expandir el Reino de Dios sobre el territorio donde estás. No renuncies a levantar una generación de hijos adoradores que vivan para agradar a Dios. No renuncies a ser la mujer que un día soñó con levantar mujeres fuertes y valientes. No renuncies a la profesión que un día te llevaría a exaltar y honrar el nombre de Cristo, abriendo puertas a Su pueblo en lugares del gobierno. ¡Cobra ánimo! Esfuérzate y trabaja porque Jehová estará contigo y te bendecirá.

«El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes». Deuteronomio 31:8 NVI

Edna Liz