Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos». Romanos 5:19 | RVR60
Yo he utilizado esta frase cientos de veces: «Entre la espada y la pared». Seguramente, tú también. La usamos para referirnos al momento en donde tenemos que tomar decisiones serias, responsables, que seguramente deciden nuestro futuro cercano o lejano. Los dos extremos de dicho momento son de igual seriedad, compromiso y responsabilidad. Uno define lo que Dios nos mandó a hacer, ya sea a través de Su Palabra o por revelación y, el otro, lo que nosotros queremos hacer. Entonces decimos: «Es que me encuentro entre la espada y la pared».
Tenemos que reconocer que en todos los casos -o en la mayoría- sabemos cuál es la decisión correcta, pero por alguna razón, contemplamos más el lado que contiene lo que perdemos, lo que dejaremos, «el precio que tengo que pagar por escojer lo que Dios me mandó a hacer». Además, tengo que añadir que nosotras mismas nos posicionamos entre la espada y la pared. Ese «entre» es el lugar que nos hace sentir incapaces, vulnerables e insuficientes. En ese lugar comenzamos a forsejear con el: «Y si…». Esperamos que algo ocurra; ese algo que nos facilite dar el primer paso hacia lo que debemos y tenemos que hacer o, simplemente, entramos en la eterna espera de cuál cederá primero: ¿la espada o la pared?
Cuando Dios habló y dio instrucciones, Su intención nunca fue que te colocaras en ese lugar. ¿Sabes cómo se le conoce al lugar en donde no se hace lo que Dios te envió hacer? Se conoce como desobediencia. Cuando no decidimos por lo correcto, por la palabra que se nos dió, no somos obedientes. Le decimos a Dios: «No confío completamente», que no es otra cosa que no confiar. A veces nos encontramos diciendo: » No es que no confío, es que…». Dejémonos de excusas. Tú y yo sabemos que no hay intermedios; simplemente obedecemos o no. ¿Qué estamos haciendo cuando no confiamos? Anulando la manifestación de Su poder en nuestras vidas, tanto en el presente como en el futuro.
Si hoy te encuentras con una pared en tu espalda y una espada apuntando de frente a tu pecho, tengo que decirte que todavía tienes una opción: ¡Moverte! ¡¿Cómo?! Tienes camino a tu izquierda y tienes a tu derecha: obedecer o desobedecer, vivir en bendición o maldición. Hay una asignación que tiene tu nombre. Sólo tienes que dar el primer paso de obediencia.
“Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre”. Filipenses 2:8,9
Sigamos el ejemplo de Jesucristo y escojamos la obediencia, que aunque parezca difícil, siempre traerá bendición y el Eterno promete que alcanzará a nuestras generaciones.
«No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre». Juan 15:16 | NVI
Edna Liz
Yes Amen!