En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se regocijará en mi Dios; porque Él me ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia como el novio se engalana con una corona, como la novia se adorna con sus joyas». Isaías 61:10

No sé si tú has experimentado el estar envuelto en Su presencia. Pero les contaré una de las experiencias que he tenido con el Espíritu Santo.

Un día estaba en mi iglesia danzando. Mientras danzaba, yo le decía al Espíritu Santo que quería danzar con Él. Cerré mis ojos y empecé a bailar como si el Espíritu Santo fuera de carne y hueso. Hacíamos pasos como de vals. Literalmente, comencé a escuchar al Espíritu Santo dirijirme y decirme qué pasos debía dar. Se pueden imaginar. En realidad yo tenía los ojos cerrados y era el Espíritu Santo danzando conmigo. Fue una experiencia hermosa. Me sentía envuelta en Su presencia. Comenzó a dirigirme como un Papá baila el vals con su hija el día de su quinceñero o en el día de su boda; así mismo me sentía yo. Era como si hubiese bailado el vals con mi papá. Fue uno de los momentos más hermoso que he podido experimentar.

Te invito a que si no has tenido una experiencia con el Espíritu Santo, comiences a decirle que quieres tener un encuentro con Él. Saca unos momentos de tu vida para estar con él. No te puedo negar que algunas veces se nos hace complicado separar ese tiempo. Pero si empiezas a tener tiempo con el Espíritu Santo y a leer la Biblia, empezarás a conocerlo aún más. Serás guiada como él lo hizo conmigo cuando yo estaba danzando con él. Te empezará a dar direcciones, revelaciones que aún no has descubierto.

Es el momento de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo ocupen en tu vida el mayor rol. Verás cómo te sentirás envuelto de Su presencia y no querrás salir más de sus brazos. Anhela ese momento de estar a solas: tú y Él.

Magda