Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre». Salmo 139:13

¡Oh, mi Padre! Tan sólo pensar que me conoces desde antes de que mis padres me concibieran, es lo más hermoso que puedo pensar. Antes que formaras el mundo, ya estaba en tus pensamientos. Desde que me creaste, conocías todo de mí, desde mi cabellos hasta la planta de mis pies. Oh Padre, conocías todo lo que me iba a pasar y, a pesar de que no fue fácil, estuviste ahí guardándome.

Conocías mi pasado, mi presente y mi futuro. ¡Oh, mi Padre! Qué maravilloso es saber que desde siempre has conocido mi propósito y que iré más allá de lo que muchas veces he pensado. ¡Cuán amor has tenido conmigo! Oh tú, mi Dios, eres extraordinario. Sabes todas las cosas porque eres omnisciente y también eres Dios omnipresente, entendiendo que estás a mi lado en cada momento de mi vida. Conoces lo más profundo de nuestros corazones y aunque algunas veces nos desviamos de ti, aún así tú permaneces, para nuevamente restaurarnos y llenarnos de tu amor incondicional.

Aunque haya caído en lodo cenagoso, me has sostenido de Tu mano para levantarme, limpiarme y nunca soltarme. Tan sólo pensar que estás ahí en todo momento, mi espíritu, alma y cuerpo sólo anhelan alabarte y glorificarte porque sé que eso te llena de gozo, al verme que me deleito y derramo mi corazón ante ti. Que aunque no soy perfecta, tú mi Dios, cada día me perfeccionas. Conoces mis pensamientos, lo que hablo, lo que escucho, lo que toco, mi caminar y, a pesar de que algunas veces te he fallado de diferentes maneras, en tu presencia he podido arrepentirme y sentir que lo restauras todo. Fuimos creados con propósito perfecto y, a pesar de nuestras faltas, somos únicos y herederos tuyos. Somos tus Hijos amados.

Haz esta oración conmigo: «Padre, a pesar de que te he fallado, en este día entrego toda mi vida a ti. Hazme un odre nuevo. Cada día lléname de tu santidad y pureza. Soy libre y restaurada en ti». «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Cada día quiero ser la niña de tu ojos, la que guardas bajos tus alas, así como dice en tu Palabra en el Salmo 17:8: «Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas».

Dios conoce todo, así es que tengamos paz en medio de la tormenta. Él es más que fiel; permanecerá hasta la eternidad. Vivo para adorar a quien dio todo por amor a mí. Hebreos 12:14: «Seguid la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor».

Magda