Dice el Señor: Clama a mi y yo te responderé». Jeremías 33:3

¿Cuántos de nosotros hemos pasado por momentos difíciles en nuestras vidas? Muchos (y casi todos). ¿Cuántos de nosotros nos dimos cuenta de que este camino llamado «vida» no es tan color de rosa como pensábamos? Que se gana y se pierde. Que se abraza y también hay que dejar ir. Que se ama con intensidad y que, a veces, también se llora con intensidad.

¿Cuántos tenemos memorias en nuestro corazón que, al recordar, se ven empañadas por tanto dolor que es casi imposible conseguir «algo» que pueda darnos un significado coherente del por qué tuvimos que vivir tales experiencias? Es como si no pudiéramos «mirar» hacia esos recuerdos y entenderlos; se ven nublados y empañados.

Llegó el momento de limpiar tus memorias de tus experiencias más difíciles. ¿Cómo? Cambiando la atmósfera de cómo los recuerdas y el por qué los recuerdas. La atmósfera o el sentimiento que provoca en ti un recuerdo traumático o doloroso, debe ser para darte el empuje de seguir caminando, creyendo que -en aquel lugar de dolor- nació algo nuevo en ti. No murió algo de ti… nació algo en ti.

Nació una nueva identidad de supervivencia, de fuerza y fortaleza.
Nació una nueva identidad de dependencia de un Dios Todopoderoso que no nos dejó abandonados en un día oscuro, sino que nos regaló un nuevo amanecer.
Nació una nueva identidad de no vivir en derrota, sino de volver a levantarnos para intentarlo otra vez.

En estos momentos mientras lees, estoy activando sobre tu vida sanidad sobre tus recuerdos. Te estoy entregando las llaves para acceder a los recuerdos que cargas en tu memoria y que sean lavados con la sangre de Jesús para que adquieras la mente de Cristo. Decide hoy sanar tus recuerdos.

Cada vez que mires al pasado, sabrás que Dios estuvo allí, recibirás seguridad sobre tu «hoy» y expectativas para tu futuro. Verás las memorias limpias y verás las herramientas en tus manos para ayudar a sanar las de muchos otros a tu alrededor.

Eres más que todo aquello doloroso que viviste. Eso no te define.
Te define el propósito perfecto que Dios estableció sobre ti desde que te formó y diseñó.

Levanta tu cabeza y vive en propósito. No dejes que el pasado te defina.
¡Sana tus recuerdos y camina en Su destino!

Vilmarie