Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio». Salmos 18:2
En estos días conversaba con una amiga acerca de las temporadas difíciles que nos tocan vivir en ocasiones. Ella me expresaba lo desesperante que es el experimentar el aparente “silencio de Dios” en medio del caos, que aún con la convicción e identidad clara de quién eres en Él, te sientes al mismo tiempo tan impotente porque no puedes hacer nada para cambiar en lo físico lo que estás enfrentando.
En ese momento que conversábamos, saltó a mi mente y a mi boca la palabra «desierto». Ella, en ese mismo instante, me dice: «Exactamente es eso; un desierto, en donde es tanto lo que anhelas por Él, por beber de Su agua, que al no tener cómo saciarte, comienzas hasta a alucinar porque te estás deshidratando…». Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por Satanás. Y, ¿sabías que luego de haber ayunado 40 días y 40 noches, dice la Palabra que tuvo hambre? (Mateo 4:1-11). Cuando meditamos en esto, podemos ver que Jesús sí padeció, pero al mismo tiempo, sabía muy bien quién él era en su Padre. Le recordó a Satanás que -aún en el desierto- no dejaría de adorar a su Dios, y Jesús, tomando toda la autoridad, lo apartó de él y le dejó. Luego dice que vinieron ángeles y le servían.
No sé cuántos días, semanas, meses o años llevas en un desierto. Sólo puedo recordarte que Él no te ha abandonado, que cada lágrima derramada y cada clamor levantado ha invadido Su trono y Él ha escuchado. «En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos» (Salmos 18:6). Que en medio de ese aparente “silencio” sea donde tú le recuerdas a Satanás quién es tu Dios. Ve por encima de tu dolor. Eso se llama victoria, porque cada vez te harás más fuerte y con la autoridad que florecerá por medio de ese proceso, le dirás a Satanás: «Vete», y se irá. Pero confía en que ángeles asignados por tu Padre Celestial vendrán a cambiar tu temporada.
«Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan». Salmos 18:28-30
Jennifer