El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas». Habacuc 3:19

Qué difícil es sentirse impotente, sin fuerzas para resolver una situación en nuestra vida o en la de otros. Los tiempos que vivimos nos muestran claramente cuán frágiles y débiles somos como humanos. Ante la impotencia, nuestras emociones se revuelcan dentro de nuestro ser y quieren controlarnos.

Una de ellas -y creo que la más rápida en aparecer y más dificultosa para muchos de superar- es el desaliento, la tristeza. Las últimas semanas han sido muy difíciles para millones de personas alrededor del mundo. Las malas noticias corren como si nada las pudiera detener. Mientras muchos sacamos fuerzas de donde no tenemos para enfrentarlas, otros se hunden en la tristeza. ¿Dónde encuentro fuerzas? ¿Quién podría llenar nuestros cuerpos y mentes frágiles para seguir caminando firmes? ¿Con qué fuerzas puedo ser capaz de levantar a otros? Sólo en Dios están nuestras fuerzas. Él es nuestra fuente de abastecimiento, donde nos llenamos los débiles y podemos decir: «Ahora sí soy fuerte».

Dice en Isaías 40:29: «Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil». La tristeza y el desaliento son el estado de las emociones que más nos debilita y no debemos permitir que controlen nuestra vida. No te puedo negar que vendrán, pero al darnos cuenta que llegan, es el momento oportuno de levantar un cántico de alabanza. La alabanza produce en nuestro interior gozo y el gozo del Señor renueva nuestras fuerzas (Nehemías 8:10).

Así es que si la tristeza o el desaliento quieren invadir tu vida, levanta tu voz y manos en alabanza y que se escuche de tu boca decir: «Diga el débil fuerte soy, ¡El todopoderoso es la razón de mis fuerzas!».

«Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna». Salmos 73:26

Edna Liz