Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos». Salmos 80:3
Vivir sintiéndonos seguros y confiados se refleja en nuestros rostros. Pero, también la inseguridad, tristeza y falta de paz se evidencian en él. ¿Te has percatado cuando a alguien le preocupa algo? Seguramente lo pudiste ver en su cara.
Cuando tenemos preocupaciones, molestias e insatisfacciones, por más que tratemos de ocultarlo, nuestro rostro nos delata. Es muy difícil tratar de ocultar el estrés que tanto agobia nuestras vidas por alguna de esas emociones. Pero hay una llave que se nos ha dejado para reflejar un rostro confiado: un encuentro con el Padre. Acercarnos a Su trono de gracia, rendirnos a Sus pies y echar todas nuestras ansiedades, o sea -miedos- a lo que pueda pasar o a lo que no tiene solución, nos hará sentir Su cuidado. Es escuchar al Padre decir: «Todo estará bien. Tu vida está en mis manos».
Sólo es necesario un encuentro, una conversación con el Padre -de palabras genuinas directas del corazón- donde entreguemos todo lo que nos inquieta, nos preocupa o nos incomoda, para poder levantarnos dando pasos en completa paz. Al estar plenamente confiadas en Él, nuestro rostro brillará y reflejaremos al mundo que Él es real, Su amor es inigualable y Sus misericordias son para siempre.
Derrámate a Sus pies y ¡levántate con un rostro brillante!
«El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz». Números 6:24-26
Edna Liz