A Jehová cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová». Salmos 104:33-34
No hay número que pueda medir la cantidad de razones para alabar a nuestro Padre Celestial. Nuestro camino es uno de aprendizaje continuo en donde nunca entenderemos el por qué de todo lo que atravesamos -ya sea bueno o no tan bueno- hasta el final del proceso. Es ahí donde nos damos cuenta que todo obra para bien, como dice su Palabra en Romanos 8:28, de acuerdo a sus propósitos eternos. «Truena Dios maravillosamente con su voz; Él hace grandes cosas, que nosotros no entendemos» (Job 37:5).
Yo nunca me olvido cuando a muy corta edad mi abuelo paterno, en medio de nuestros diálogos, siempre me decía que ante cualquier situación, alabara; que alzara mi cántico al Eterno, atrayendo Su presencia para cambiar la atmósfera, tornándola en bendición y visión clara. Que no importara cuál fuera la temporada, que nunca faltara mi adoración a Él. «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír…» (Eclesiastés 3:1-8). ¡No importa el tiempo, Padre! «Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos» (Salmos 63:4).
¡Padre! Sólo podemos percibir que nos estás adentrando en una nueva etapa en donde -por encima de todo lo físico y espiritual- tenemos que abrazar con fuerza tu Palabra para con nosotras. ¡Nada es en vano! Es tiempo de gozarnos y ver cumplirse el nuevo reto, donde Su gloria, favor, gracia y amor será la marca evidente de este tiempo. «Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán» (Salmos 126:2-3, 5). ¡Aleluya!
Mujer: no calles. ¡Tu alabanza es el motor que acelera tus tiempos! Y tu adoración provoca la manifestación de Su gloria en tu vida y todo tu alrededor.
«Alaba a Jehová, Jerusalén; Alaba a tu Dios, oh Sion. Porque fortificó los cerrojos de tus puertas; Bendijo a tus hijos dentro de ti. El da en tu territorio paz; Te hará saciar con lo mejor del trigo. El envía su palabra a la tierra; Velozmente corre su palabra» (Salmos 147:12-15).
¡Simplemente alaba!
Jennifer