Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza». Marcos‬ ‭14:3‬

Este versículo tan clave, genuino y de gran enseñanza, vino a mi mente cuando en los pasados días Dios me habló a través de mi niña de 6 años. Andábamos un poco de prisa  porque queríamos llegar a nuestro destino, ya que durante ese día atravesamos varios inconvenientes que atrasaron el poder llegar al lugar tan esperado por mi hija.

Mientras esperábamos el cambio de luz en el carro, mi niña y yo nos fijamos que en el otro extremo de esa avenida había una mujer en una esquina con una sóla mochila y se notaban sus vestiduras muy deterioradas. Sin embargo, desde lejos se podía ver que se encontraba «cantando y gozosa», porque alzaba sus manos y cabeza al cielo con una sonrisa. Al cambiar la luz, yo continúo mi curso, pero mi hija salta y dice: «Mami, esa señora que vimos se veía feliz como adorando, pero se ve pobrecita, como que no tiene casa y su ropa sucia…». Esas fueron las palabras que ella utilizó.

En ese instante, Dios me da la primera enseñanza: «Muchos son los que tienen y viven desesperados por más. Otros, se atribulan cuando algo no sale a la perfección, ocasionando que no disfruten de lo que poseen por mi gracia. En cambio hay otros que -sin nada- viven alegres y agradecidos». Yo, al instante, le compartí a mi hija eso que Dios me mostró en ese mismo momento y ella, sumamente tocada, me dice: «Mamá, ¡vira, por favor! Hay que ir donde ella. Yo tengo un dinerito y quiero dárselo. No importa que estemos tarde, porque si lo dejamos para luego, la señora se va y no la vamos a poder encontrar». ¡Quiero resaltar aquí algo! Mi hija desde la mañana cargaba con una cartera que yo le había regalado y adentro tenía dinero que ella se había ganado.

Rápidamente vi su corazón de entrega y desprendimiento y viré de inmediato. Nos estacionamos, ella sacó casi todo lo que tenía y se lo fue a entregar. Mi hija le dice a la señora: «Quiero entregarle de mi dinerito a usted. ¡Tómelo!». Y la señora rápidamente le dice: «¡Qué linda! ¿De tu dinerito? Wow, gracias. Pero, ¿sabes qué? No te preocupes; guárdatelo para que tengas más». Sólo terminamos orando por ella y mi niña regresó con su dinero completo. Yo no sabía cómo reaccionar. La cara de mi niña era de asombro porque la señora no tomó de su dinero, pero a la misma vez, tenía una sonrisa al ver a la señora feliz. A mi hija no le importó el tiempo, ni lo que le costó el ahorrar ese dinero. Sólo reaccionó ante su deseo de hacerle un bien a otro.

Segunda enseñanza por el Padre: ¡Todo se trata de la actitud del corazón! Mientras más des por gracia de lo que has recibido -por Su gracia- recibirás más. Cuando María ungió al Maestro en casa de Simón, ella no escatimó ni por un segundo el alto precio de su perfume de nardo puro ni el tiempo de trabajo que probablemente le había tomado para poder tenerlo. Ella sólo sabía quién era Jesús y lo que recibiría de él. ¡Amén!

Cuando entendemos que nuestro Padre es nuestro proveedor, no hay espacio para el temor, sino que hay libertad y multiplicación.

Jennifer