Bueno es el Señor; es refugio en el dia de la angustia, y protector de los que en él confían». Nahúm 1:7 NVI

En días recientes tuve un sueño y por medio de él, el Espíritu Santo me hacía entender y me habló lo siguiente: «En medio de tanto caos, hay muchos a los que el Padre ha tratado de llamar su atención porque ha querido llevarlos a lugares seguros. Pero se han quedado expuestos a todo el caos porque están entretenidos y todavía no determinan vestirse con la armadura de Dios (Efesios 6:11-18) porque, según ellos, no hay prisa. Andan semidesnudos y distraídos que ni tan siquiera se han dado cuenta cuando están en peligro. Ha sido tal la insistencia de Dios para con Sus hijos, que algunos se han sentido golpeados y maltratados por Dios, viviendo en resentimiento y a la ofensiva con Él, cuando lo único que Él ha deseado es que pongan su mirada en Él para poder guiarlos y que se muevan a un lugar seguro. ¡La hora se acerca en que todo peligro acabará y nuestros ojos verán en esta tierra la gloria de Dios y la manifestación gloriosa de la creación, luego de ser liberada del pecado!».

Hay dos puntos que me llamaron la atención en todo esto y, el primero, es la «prisa» o, más bien, la «falta de prisa» que hay en muchos de los hijos de Dios. Sabemos que prisa es «la prontitud o rapidez con la que se ejecuta algo». Pero otra definición dice que es «la necesidad o deseo de ejecutar algo con urgencia» y es obvio que muchos creyentes han perdido la necesidad o el deseo de ejecutar lo que Dios requiere de nosotros. Nuestras oraciones giran en torno a nosotros y parece que ignoramos que Aquel que nos creó, nos creó para cumplir Su plan y no el nuestro.

El otro punto es el «resentimiento»; en este caso, hacia o en contra de Dios. Resentimiento se define como «un sentimiento persistente de enojo o disgusto por alguien que nos causó un daño u ofensa». El problema de esto es que, según la definición, «en algunos casos, la persona resentida suele naturalizar el sentimiento sin detectarlo, está acostumbrada a sentirlo sin ser conciente de que es un obstáculo para su vida.» En la actualidad, hay muchos hijos de Dios que viven en resentimiento en contra de Él y todavía no se han dado cuenta; mientras que otros, por temor, intentan esconder de Dios lo que saben que sienten.

Yo viví muchos años así luego de la perdida de un bebé. Yo seguí en ministerios, seguí haciendo las mismas cosas, seguía creyendo en Dios, pero me llegué a sentir menos: menos amada por Dios, menos bendecida, menos de todo, porque mientras otros recibían de Dios, yo lo único que pensaba era en lo que Él me había quitado (aún después de haber podido tener hijos). Y así hay muchos hijos, que pueden tener mucho y no disfrutan nada, como el hermano del «hijo pródigo».

Es tiempo de perdonar y es tiempo de pedirle perdón a Dios por todas las veces que lo hemos juzgado en lo más profundo de nuestro corazón. Corre hacia el lugar seguro que Él tiene preparado para ti. Allí serás aceptada, amada, restaurada y preparada para ejecutar Su plan.

Todo el temor, el dolor, la vergüenza, los problemas, la enfermedad, la escasez -todo eso pasará- pero Su palabra no pasará. ¿Conoces Su palabra? Es hora de que te vistas con tu armadura y afiles tu espada. Es hora de que emprendas los sueños que Dios ha puesto en tu corazón, no con tus fuerzas, sino con la de su Santo Espíritu. Es tiempo de que despiertes del sueño, porque queda trabajo por hacer, hay territorio por conquistar, hay almas que rescatar, hay enfermos que sanar, hombres y mujeres atados que necesitan ser liberados. ¿Estás haciendo lo que hay que hacer?

«No debemos, pues dormirnos como los demás, sino mantenernos alertas y en nuestro sano juicio». 1 Tesalonicenses 5:6 NVI

¡Despierta, abre bien tus ojos, examínate y muévete a hacer lo que Él te mandó a hacer!

Lisandra