Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios». Daniel 3:28
Siempre que recuerdo esta historia bíblica, me afirma y re-enfoca toda inseguridad que se quiera levantar. Es impactante ver tal autoridad e identidad en estos tres judíos, Sadrac, Mesac y Abed-nego. Ellos no accedieron ante la orden estipulada por el rey Nabucodonosor de inclinarse a adorar la estatua de oro que él había construido. Era una orden para todos los pueblos, naciones y lenguas. Para los judíos, era ir en contra de sus creencias y su Dios. Al parecer, ellos fueron los únicos que no se inclinaron, y como narra la historia, los metieron en el horno de fuego por su «desobediencia» (por ser diferentes) al edicto del rey.
Aquí quiero resaltar cuando el rey anuncia su sentencia. Ellos respondieron: «He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará» Daniel 3:17. Eso me hace ver una fe intocable y una identidad clara e inquebrantable. Ellos tenían tanta seguridad y sabían la consecuencia de hacer la diferencia: mostrar el poder absoluto de su Dios e influenciar todo lo que les rodeaba.
Al pasar la sentencia, el rey se percata que dentro del horno habían cuatro hombres en vez de los tres judíos. ¡Poderoso! A veces parecerá contrario lo que veamos, pero cuando uno decide ser y caminar como el Padre nos ha diseñado, Él siempre estará a nuestro lado, y nuestra victoria estará garantizada.
¿Qué sucedió aquí?
Aún los gobernantes, jueces, capitanes, consejeros y sátrapas que estaban presentes, fueron impactados con el poder del Dios de los judíos (Sadrac, Mesac y Abed-nego). Porque -cuando se trata de hacer la diferencia y la voluntad del Eterno- TODO será impactado.
«Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia». Daniel 3:29-30
¡Haciendo la diferencia desatamos bendición, cumpliéndose el propósito divino! Mas le recordamos a Dios su misericordia y gracia, que hace detener su justicia, intercambiándola por su amor incondicional!
Jennifer