Busco a Dios por todas partes, y no puedo encontrarlo; ni en el este, ni en el oeste, ni en el norte, ni en el sur. Pero si lo encuentro, y él me pone a prueba, yo saldré tan puro como el oro». Job 23:8-10 (TLA)

Soy mamá de dos niños. El más pequeño, Ethan, tiene 5 años y le gusta jugar lo que tanto tememos los padres: el juego del silencio. Hace un tiempo, tuve una experiencia con él que me llevó a entender una gran verdad acerca de Dios.

Por un momento, dejé de escuchar a mi hijo; creo que fueron unos 2 ó 3 minutos y rápido comencé a llamarlo por su nombre. Primero, con voz suave, pero al no recibir contestación, comencé a gritar corriendo toda la casa. Busqué por todos lados, en todo lugar que yo pensé que él usaría para esconderse y nada. En mi desespero por su silencio, pensé en mil cosas, todas horribles, de esas que las mamás se pueden imaginar. Le ofrecí cosas: desde sorpresas hasta castigos. Cuando ya me había «rendido», me detuve a volver a pensar, a tratar de calmarme y entonces dije: «Señor mío, ten misericordia, porque yo sé que él está aquí». Ethan salió de su lugar de escondite riéndose y me dice: «¿Mami, te asustaste?», como si me estuviera dando una lección de seguridad y confianza. ¡¡¡Yo tenía un coraje!!! Después de varias semanas, me vino la pregunta que he hecho tantas veces y pensé en lo que sucedió con mi hijo: «¿Por qué no me contestas, Dios?».

Según Job, él lo buscó en el norte, en el sur, en el este y en el oeste y no podía encontrarlo. Pero de algo sí estaba seguro Job: que estaba siendo probado y que saldría como el oro. Dios no le hablaba, no le respondía, pero él sabía quién era Dios. Eso es confianza y madurez.

¿Sabes quién es tu Dios? ¿Sabes que Dios siempre está atento a nosotros sus hijos, pero somos nosotros los que dejamos de creer y enfocarnos en Él? Somos nosotros los que queremos las cosas a nuestra manera y no a Su manera. En muchas ocasiones -por no decir siempre- le creemos a Dios sólo porque lo sentimos, pero, ¿y qué cuando no lo sentimos? ¿Cuando sólo hay silencio? ¿Cuando seguimos en la crisis? ¿Seguimos creyendo o la duda nos controla, nos gobierna? Corremos para todos lados diciendo cosas de las que después nos arrepentimos.

Nuestra relación con Él sólo depende de cómo nos sentimos y no de lo que Él ha dicho en Su Palabra. Necesitamos detenernos, confiar en que Él es Dios sobre todo lo creado y confiar en lo que Él nos ha dicho en Su Palabra. Tenemos que dejar de gritar y ¡¡¡madurar!!!

Si determinamos confiar en que Él está siempre, maduraremos y saldremos aprobados y -entonces- brillaremos como el oro. El Eterno nos devolverá más de lo que hallamos perdido, podrá confiarnos sus secretos e iremos hacia lo prometido.

Edna Liz