¿Porqué voy a inquietarme? ¿Porqué voy a angustiarme? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. Él es mi Salvador y mi Dios!». Salmo 43:5

En momentos de incertidumbre, de malas noticias, es normal que nos sintamos inquietos y angustiados. Pero los hijos de Dios -ante las pruebas y tormentas de la vida- debemos mantener nuestra esperanza en el Dios de nuestra Salvación. Eso lo sabemos, pero, ¿hemos podido experimentar en medio de la tormenta la paz que sobrepasa todo entendimiento? ¿Hemos confrontado nuestras emociones y nuestras pensamientos con la verdad de la Palabra de Dios?

Estando en la espera del huracán Irma por Florida y en medio de avisos de tornado, créeme que es difícil no inquietarse y no angustiarse. Pero, ¿sabes qué? Que ante el terror que sentí ante este evento atmosférico, decidí confrontarme. ¿Cómo es posible que una mujer que hable y crea en Su palabra, pueda estar aterrada? Sencillamente, no lo acepté. Tuve que levantar un altar de adoración a Dios y allí mismo sacrificar mis temores y llevar cautivos mis pensamientos a la obediencia de Cristo. ¿Fue fácil? No, pero he determinado que si yo realmente le creo a Dios y confío en Él, mi vida -en todos los sentidos- tiene que alinearse a la verdad de Su palabra.  Mi reto en medio de esta tormenta ha sido mantener mis ojos en Jesús, no importa lo que escuche o vea (de hecho, he evitado los medios de comunicación, porque parte de mantener mi paz ha sido alejarme de las noticias que alarman excesivamente a los oyentes). Aunque la lucha por mantener la paz ha sido violenta, no me la he dejado arrebatar. Su paz me pertenece porque Él así lo quiso y yo la quiero y la valoro.

El Salmo 43:3 dice: «Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen a tu monte Santo, que me lleven al lugar donde tú habitas». No hay mejor verdad que Su palabra y creer en ella te llevará al lugar seguro, donde Él habita. Confiar en Su verdad nos libera del temor. ¿Vives en temor esperando siempre la desgracia? Necesitas ser perfeccionado en el amor del Padre.

«…en el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor». 1 Juan 417-18.

Lisandra