No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia”. Isaías 41:10
Seguramente has escuchado esta frase miles de veces: «Soñar no cuesta nada». Muy cierto, no cuesta nada. Realizar el sueño sí tiene un costo y, muchas veces, muy alto. Un sueño es un anhelo, un deseo y nace en el corazón. Los sueños tienen un precio que no tiene que ver con dinero, pero sí con procesos, preparación y tiempo que, muy pocas veces, estamos dispuestos a pagar.
Los sueños implican crear -un atributo de nuestro Dios- quien creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellos hay. Los sueños siempre tienen un fin de grandeza, ya sea una posición que deseamos alcanzar, un lugar donde queremos llegar o algo que anhelamos tener. Todos nuestros sueños son buenos; Dios mismo los pone en nosotros con un propósito que siempre tendrá que ver con Él. Pero, ¿por qué la mayoría de ellos se queda sólo en sueños?¿Será porque no tenemos lo que necesitamos para realizarlo? O, ¿quizás el tiempo es una razón que nos detiene? Podría ser que te animaste a contarlo a las personas equivocadas y sembraron en tu mente miedos.
En Génesis 37-49 sucedió algo muy similar con José. La Biblia lo describe como «el soñador». Sus primeros sueños tenían mucho de grandeza y gobierno. Decidió contarlo a sus hermanos y ellos tuvieron envidia. Su propia familia orquestó un plan para desaparecerlo y para que, de esa forma, no se cumplieran. Si lees la historia, verás que José vivió momentos terribles, crueles, de conspiración y dolorosos. Pasaron bastantes años para que se cumplieran, pero cada proceso lo acercaba más al cumplimiento del sueño. Los procesos lo formaron, lo prepararon hasta llegar a una posición de gobernador. Pero Dios tenía un plan más importante y específico dentro de ese sueño: preservar a un pueblo, Su nación.
La historia de Ester 1-10 también es muy parecida. El plan era llegar a ser reina y conquistar el corazón del rey Asuero. Pasó doce meses en preparación para ese encuentro. Doce meses de separación, de tratamientos dolorosos para verse como realeza. Logró hallar favor ante el Rey y llegó a ser reina. Ese logro tenía un propósito de parte de Dios: librar a un pueblo de ser exterminado, Su nación.
¿Puedes entender? Tus sueños, tus anhelos, no nacieron en tu corazón porque sí. Tienes que aceptar el proceso y caminar confiando que Dios conoce los planes que tiene para ti. Él se encargará de fortalecerte y ayudarte en la preparación y te hará justicia. No te dejará sola. Aún más, te quitará gente de tu lado para acercar personas que te conectarán con tu propósito.
Cuando nazca un sueño en ti, persíguelo y conquístalo. Dios lo puso en tu corazón para Sus propósitos. Tienen muy poco que ver contigo. Por lo tanto, no es por lo que tienes en tus manos en el momento de procurar realizarlo . ¡Obedece! Tu sueño tiene que ver con lo que Él hará al tú conquistarlo.
“¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” Josué 1:9 LBLA
Edna Liz
Q precisas estas palabras, cuando el temor a lo desconocido nos paraliza muchas veces y Dios nos reafirma q no nos dejará ni nos desamparara q el está con nosotros como poderoso gigante y si lo hizo con José, Esther y muchos otros lo puede hacer conmigo. Dios es bueno, el mañana no será igual será mejor ?
¡Amen! Sarai, lo hará contigo, el Dios de lo imposible, te fortalecerá y te ayudará.
Amen Amen Amen!
Ameeeeen!!!!