No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos. Así Dios les dará su paz, esa paz que la gente de este mundo no alcanza a comprender, pero que protege el corazón y el entendimiento de los que ya son de Cristo”. Filipenses 4:6-7 TLA
Juan 6:11 nos relata un hecho importante acerca de Jesús antes de que se provocara el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Ese verso nos dice: «Jesús, entonces, tomó los panes en sus manos y oró para dar gracias a Dios…». Me llama mucho la atención que Él no tenía en sus manos todo lo que necesitaba. Dice en las escrituras que Jesús tomó lo que tenía y dio ¡¡¡gracias!!! Él veía una gran multitud que necesitaba ser alimentada. En sus manos no tenía lo suficiente, pero Él sabía lo que liberaba el favor del Padre: el agradecimiento.
Estamos muy acostumbrados a caminar y a tomar decisiones basándonos en lo que tenemos en nuestras manos en el momento. Pero a la misma vez nos detenemos cuando consideramos lo que nos hace falta. Y mirando lo que nos falta, le damos lugar a la queja y a la comparación. ¿Sabes que la queja y la comparación le abre la puerta al menosprecio y al rechazo? Con nuestra queja le decimos que Él no tiene el poder de hacer lo imposible, posible.
Por algún tiempo, yo viví esclava de la queja y, con ella, la ingratitud. Estaba detenida mirando lo que no tenía y -lo que tenía- lo veía como poco. Y así mismo se tornó todo en mí y a mi alrededor: detenido y, para completar, sin paz. Inutilicé el poder de Dios y Sus promesas. Y lo más terrible es que los que están alrededor también comienzan a verte como tú te ves y cómo hablas de ti mismo. La ansiedad y el temor se apoderan de ti hasta que te paralizas.
Por supuesto que en ese estado no se produce nada a favor nuestro. ¿A quién le motiva regalarle algo a alguien desagradecido e ingrato? Cuando me topé con Filipenses 4, fue liberador. Entendí que la gratitud que sale de mí, trae paz y -por consiguiente- esa paz me llevará a confiar en lo que Él hará.
Te reto a que dejes la queja y comiences a dar gracias por todo (1 Tesalonisenses 5:18), por lo bueno y por lo malo. Verás cómo tu vida se tornará en una llena de paz y se liberará el favor de Dios en ti y a tu alrededor.
En una atmósfera de gratitud y agradecimiento se libera el favor de Dios. ¡¡¡Aleluya!!!
Edna Liz
Amen? Aleluya