Hace algunos días tuve un sueño en el cual recibía una caja chulísima con tarjetas, «sticky notes», libros, lecciones y otros pequeños detalles que no logré alcanzar a ver detalladamente, pero toda la información y versos bíblicos que estaban impresos en cada uno de los artículos eran referente a la fe. Al levantarme, procuré recordar lo que había visto, pero lo único que resonaba en mi cabeza era la frase: «Faith time», frase que confirmó lo que debía escribirles. A principios de este año, me tocó llevar una palabra a la iglesia que titulé: «La fe que se ejecuta», basada en Hebreos 11. Una palabra que a finales del 2016 la hice mía y que comenzando el 2017 la reafirmo sobre mi vida y decido compartirla contigo, para que de la misma manera que me ha retado, rete también tu intelecto y aumente tu fe.

Normalmente, mis pensamientos giran en torno a lo que debemos ser o cómo debemos actuar los «cristianos». Pienso en el alcance que deberíamos tener con las personas que están a nuestro alrededor, el impacto que debería tener un hombre o una mujer de fe en la actualidad. Medito en lo que la palabra me enseña acerca de lo que debería ser la iglesia y, confieso, que al ver con mis «ojos naturales» el estatus de la «iglesia» en general, siento frustración y decepción al no ver lo que quisiera ver. Crecer en el evangelio, ser «cristiana» toda mi vida y ver cristianos que viven vidas sin propósito y, aún, ver líderes dentro de las iglesias que no viven lo que enseñan, me hace cuestionarme muchas cosas. ¿Por qué la «iglesia» es tan sumisa, tan falta de poder y sin autoridad? Se saben la Palabra, ¿para qué? Si tal parece que eso no hace ninguna diferencia ni en ellos, ni en los que la reciben. ¿¿¿Por qué??? ¿¿¿Por qué esto es normal??? ¿¿¿Cómo es que sigue funcionando lo que no «funciona»??? No me detengo a criticar a ninguno de ellos. Sólo quisiera entenderlo todo, tener la palabra correcta que active el cerebro – sí, el cerebro – de todos los «cristianos», para que cada día se levanten sabiendo quiénes son en Cristo Jesús. ¡¡¡Qué dilema el mío, ¿verdad?!!!

La verdad es que mi consuelo es el ver a unos pocos que saben quiénes son y para qué fueron llamados, haciendo lo que tienen que hacer. Pero lo que Dios quiere hacer no es para pocos; es para todos Sus hijos. Y dentro de todas las preguntas que me hago, por un momento, mientras leía Hebreos 11:1 (que nos lo sabemos y lo repetimos «al papa gallo»), sentí que Él me daba la respuesta:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Hebreos 11:1 RVR

Fue la palabra espera, la que me contestaba, en cierta manera, algunas de mis preguntas acerca de la situación actual de la iglesia. Fue como ver a la iglesia sentada, esperando. La gente cree, tienen fe, pero están esperando que Dios lo resuelva todo.

A mí siempre me apasionó el tema de la fe. Ver por medio de videos e imágenes que «mostraban» avivamiento en diferentes lugares del mundo, ver sanidades y ver muertos ser resucitados. Se me estremecía el alma y me cuestionaba con emoción: «¿Cuánta fe yo tengo?». Yo pensaba que yo tenía fe para levantar muertos. Te puede parecer tonto, pero yo creía tan ciegamente en el poder de Dios, que casi estaba segura de que – en algún momento – sería testigo de ver delante de mis ojos Su poder manifestarse.

Luego que tuve la pérdida de mi primer bebé y durante todo el proceso de espera en sala de emergencia, tuve la esperanza de volver a escuchar los latidos de su corazón; esperanza que fue acribillada ante la cruda realidad que experimenté. Mi fe se fue por el piso. Yo tenía fe y Dios no lo hizo. En ese momento, mis ojos fueron abiertos ante la verdad que experimentamos todos en algún momento de nuestra vida mediante nuestro caminar en la fe. Hace poco, mientras pensaba en tantas cosas y me preparaba en este tema para mi prédica, vino a mi corazón la palabra de Oseas 4:6: «Mi pueblo perece por falta de conocimiento». Yo en aquel momento tenía fe, y aunque tenía algún conocimiento de la Palabra (todas la historias heroicas, de victoria y celebración), hoy puedo entender que me faltó conocimiento y por eso mi fe se quebró. Recién llegué a Florida, uno de los textos que por un momento me dejó «bruta», sin palabras y, a la vez, provocó en mí un arrepentimiento genuino delante de Dios, fueron las palabras que Jesús mismo dijo:

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo». Juan 16:33 RVR

¿¿¿¡¡¡Quéeeeee!!!??? ¿Que después de yo haber dudado de Su palabra, de Su bondad, de Su justicia para conmigo, ahora es que me vengo a enterar que los cristianos sí podemos pasar por aflicciones y que ya – de antemano – Jesús mismo nos dijo que aunque así fuera, confiáramos, porque ya Él ha vencido al mundo? ¡¡¡Si hubiese sabido ese texto en mi momento de pérdida!!! Posiblemente me hubiera ahorrado muchos sufrimientos.

En la actualidad, los cristianos desean ver todas las promesas de Dios cumplirse en su vida, aunque no sepan cuáles son las promesas que están escritas. Y de igual manera, nuestra fe puede ser quebrada porque tampoco conocemos Sus advertencias. A todos nos encanta, nos emociona y hasta «nos aumenta la fe» lo que está escrito en Salmos 46:10: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». La realidad es que muchos, ante situaciones en nuestra vida, hemos declarado esta palabra y – literalmente – así mismo nos hemos quedado: quietos.

Ahora bien, en 2 Crónicas 20, aparece la historia de la victoria que obtuvo Josafat sobre Moab y Amón. El capítulo comienza dando aviso a Josafat, rey de Judá, que del otro lado del mar venía una gran multitud en contra de él y su pueblo. Josafat tuvo temor y humilló su rostro para consultar a Jehová. ¿A quién le consultas tú cuando estás en temor? Todo el pueblo fue convocado a la casa de Jehová y allí Josafat comenzó a declarar las maravillas y los portentos que Dios en el pasado había hecho; no estaba meramente alabándolo, más bien le hizo un recordatorio a Dios: «¿Tú no eres el Dios de los cielos y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?». En medio del temor, Josafat comenzó a recordarle a Dios lo que Él había hecho y, de esta manera, Josafat le estaba mostrando a Dios que, así como Él había hecho antes, él creía y le convenía creer que Dios haría algo ahora por ellos, por este pueblo suyo.

En medio de la reunión, el Espíritu de Jehová comenzó a hablar por medio de Jahaziel y la primera palabra que dijo fue: «Oíd». ¿Qué tú estás oyendo? Continúa entonces diciendo: «No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es nuestra guerra, sino de Dios». En el verso 16, el rey y el pueblo recibieron unas instrucciones específicas que tenían que ejecutar y luego les dice: «No habrá para qué peléis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros», y siguió dándoles instrucciones específicas para la confrontación con el enemigo. ¡¡¡OK, OK, OK!!! ¡¡¡¡¡Espérate un momentitooooo!!!! ¿¿¿O estoy quieta y confío o me muevo???

La clave aquí fue el oír, porque a través de lo que escucharon, no sólo recibieron una palabra de fe y aliento, sino que se les dieron instrucciones claras para ejecutar. Ellos no pelearían, pero tenían unas instrucciones que los llevarían al lugar donde ellos permanecerían en su posición; quietos, pero donde serían testigos oculares de lo que Dios mismo haría en favor de ellos. Muchas veces, no vemos los milagros de Dios a nuestro favor porque no hemos escuchado las instrucciones para llegar hasta el lugar donde Él desea mostrar Su poder.

Cuando llegó el día de la verdad, se levantaron en la mañana y mientras ellos salían, Josafat, estando de pie, dijo: «Oídme»otra vez, ¿qué estás oyendo? – «Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados». Una vez más, se exije atención. El rey reafirmó al pueblo. Necesitamos ser reafirmados por la Palabra una y otra vez. Y les dijo: «Crean y estarán seguros». Ya ellos habían recibido la palabra que les aseguraba la victoria, pero eso no parecía ser suficiente a la hora de ir a enfrentar al enemigo. Por eso el rey volvió a reafirmar al pueblo y exhortarles a creer la palabra que ya habían recibido. ¿Crees que una palabra de domingo te va a dar la fuerza para cuando tengas que ir al campo de batalla? Si ellos creían «a medias» en Jehová su Dios, ellos iban a ir al campo de batalla «medio seguros». Y, en algunos casos, si no hay nadie que nos empuje, no vamos na’.  ¡¡¡Qué mucho se parece esto a nosotros!!!

En el verso 21, puedes ver que la alabanza, el estar vestidos de santidad y el estar armados, eran esenciales para salir y ver la manifestación del poder de Dios.  A causa de esto, El enemigo se volvió loco y comenzaron a matarse entre ellos. Luego nos dice: «Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas riquezas, así vestidos como alhajas preciosas, que tomaron para sí, tantos, que no los podían llevar; tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho». O sea, que cuando tú y yo decidimos seguir las instrucciones de Dios, Él nos va a llevar a ver delante de nuestros ojos Su poder manifestarse y -no sólo eso – sino que, después de ser testigo de la victoria, le pasarás por encima al cadáver de tu enemigo y le quitarás y tomarás para ti las riquezas por las que ellos trabajaron. Tú no hiciste nada para obtener esa riqueza, de la misma manera que nosotros no hicimos nada para obtener la Salvación, pero la tenemos, por Su Gracia. Yo no pasé el trabajo que Jesús pasó por mí, pero a nosotros se nos ha dado la ventaja de despojar a nuestro enemigo y de vivir vidas ricas y abundantes por medio de la fe en Cristo Jesús.

Si lees el capítulo 11 de Hebreos, te darás cuenta que termina muy diferente a como parece comenzar. Casi finalizando el capítulo, te describe algunas de las cosas que lograron estos hombres de fe. El verso 32 nos dice:

«¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron boca de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros».

Esta porción de la Palabra me estremece, porque nos muestra con claridad que la fe no es pasiva, sino que es una que se ejecuta. Me emociona porque – entre líneas – puedo entender o entrever que ellos eran como tú y como yo, a diferencia de que ellos se atrevieron.

Si ellos conquistaron reinos, es porque llegaron listos y armados para luchar en el campo de batalla. Tenían estrategias y se atrevieron a salir de su lugar seguro. Si ellos hicieron justicia, es porque conocían la ley (Biblia) y conocían la manera en que se debía vivir y actuar para lograr justicia. Si alcanzaron lo prometido, es porque conocían las promesas y creyeron que era fiel El que las había prometido. Si apagaron las llamas de fuego, es porque estuvieron en medio de ellas, las dominaron, las controlaron y salieron a salvo. Si lograron escapar del filo de la espada, fue porque – a medida de la experiencia que enfrentaban- fueron adquiriendo destreza y habilidad. Si sacaron fuerza de donde no tenían ninguna, es porque tenían una fuerza de voluntad sobrenatural que no se achicó ante la debilidad que pudieron haber experimentado. Si se mostraron valientes en la guerra, es porque – posiblemente – ellos no se sentían valientes.

Yo no se tú, pero ésta porción me hace atreverme a enfrentar a mi enemigo. Si ellos por fe lo lograron, con todo y las dificultades que enfrentaron siendo humanos como tú y como yo, ¿por qué nosotros no nos vamos a atrever? ¿Sabes por qué la mayoría no se atreve? Porque no conocen las escrituras. Y podrás pensar que voy a empezar con la misma «cantaleta» otra vez, pero es que – si no conoces tu arma – vas a vivir escondido y lejos del campo de batalla. Verás a otros prepararse y salir a la conquista, los verás llegar vestidos de riqueza y tú – todavía escondido – pensando qué hacer, reventando de envidia, viendo a otros lograr  y alcanzar lo que tú quisieras. Pero tú, mientras tanto, te la pasas con la queja delante de Dios. ¿Sabes por qué no sabes qué hacer? Porque tal vez hace tiempo Dios te dio una instrucción que todavía no has obedecido. Quizá me quieras responder y decirme que tú no has escuchado nada. Pues, yo entonces te pregunto: ¿¿¿En dónde están puestos tus oídos??? ¿¿¿Qué estás escuchando???

Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Romanos 10:17 RVR

Siento que he soltado todo lo que tengo, pero no me parece suficiente. El Espíritu Santo de Dios está en y sobre los hijos de Dios. ¿Por qué no actuamos? Necesitamos Su palabra, necesitamos intimidad con nuestro Creador. Lamentablemente (para ti), yo no te puedo dar la dirección exacta de hacia dónde debes ir, porque – sencillamente – ni yo ni nadie tiene tu diseño; sólo el Padre lo tiene. Y para accesarlo, tienes que buscarlo a Él. No hay trucos. No hay tal cosa como que venga un profeta y te dé el diseño completo. Tienes que sacrificar cosas y buscar la Presencia de Dios. Tienes que sacrificar actitudes y malas costumbres que sabes que no honran a Dios. Creo en los profetas, los honro, pero – entiende – que ellos son vasijas que Dios usa para mostrarte algo, no para mostrarte tu vida futura con lujo de detalles.

Hay un avivamiento que ya ha comenzado. Tú decides ser parte de él o mirar de lejos. Tú decides obedecer la instrucción que Dios te dio o quedarte dando vueltas en tu desierto que, por si no te habías dado cuenta, es el mismo de siempre y – si no haces nada – ahí seguirás llorando por lo mismo, una y otra vez. El miedo se ha levantado sobre los hijos de Dios y pareciera que están en estado de pánico. Muchos conocen la palabra, pero la creen a medias; mejor dicho (o escrito), no creen la verdad absoluta de la fidelidad de Dios. ¿¿¿Entonces??? ¿¿¿A qué estamos jugando??? ¡¡¡Esto es algo serio!!! Somos parte del ejército de Jesucristo y tenemos que accionar en fe y con valentía.

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». 2 Timoteo 1:7 RVR

Sé que como te sabes el texto, posiblemente ni lo terminaste de leer. Y ese es el problema: que cuando nos sabemos la letra, se pierde la esencia y no le encontramos la importancia ni la utilidad. Pero dejame dejarte saber, que lo importante no es lo que sabemos, sino lo que le permitimos al Espíritu Santo de Dios que trabaje en nosotros. Te reto a que medites en todo lo que has leído y pídele a Dios que muestre los misterios que tiene para ti a través de Su Palabra.  Pídele pasión por Él y por todo lo que Él tiene para ti. ¡¡¡No seas indiferente a la voz de Dios!!!

Él quiere desatar sobre ti Su bien, pero eso depende de ti; si eres obediente, si te esfuerzas, si lo honras, si lo deseas. Nada tiene que ver con tus circunstancias. Tienes que saber que, aún tus circunstancias, no te alejan del propósito de Dios; ellas te acercan a tu destino y a tu propósito, lo dice Romanos 8:28. Sé sabia/o a la hora de evaluar tu vida. Dios no se ha olvidado de ti y tampoco ignora tu situación, pero tú decides creer y acercarte o dudar y huir ante lo que sabes que no tienes escapatoria. No alargues el final de tu historia con capítulos aburridos y llenos de sufrimiento que te llevarán al mismo fin. Atrévete hoy a decidir comenzar a escribir un capítulo lleno de fe, de conquista y de victoria, porque para eso hemos sido creados: para conquistar.

Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra; sube y toma posesión de ella, como Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes». Deuteronomio 1:21 RVR

La tierra está, la promesa está, las instrucciones están, tu determinas si subes y tomas posesión de ella o decides temer y desmayar para verla solamente de lejos.

Yo decido disponer mi oído a Sus instrucciones y ejecutar con valentía cada una de ellas. A mi no me toca pelear, a mi me toca obedecer, prepararme para salir al campo de batalla para ver como Dios pelea por mi. A mi me toca recoger el botín y disfrutar las riquezas. A mi me toca ver, para testificar del poder de Dios.

Yo decido hoy ejecutar la fe y convertirme en testigo.

¿Y tú, que decides?