Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica». Efesios 2:10
Fuimos creados para servir. Aunque la mayor parte del tiempo sólo pensamos en nosotros y en nuestro bienestar, ese no es nuestro propósito. Debemos reconocer que es un área que a muchos les cuesta entender y ponerla en práctica como hijos de Dios.
Pero, una de las evidencias más contundentes de que Dios gobierna nuestra vida es nuestro carácter de siervo. La palabra dice en Filipenses 2:5-8: «La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús…». Se nos dice con respecto a esto, en Marcos 10:45: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Cuando servimos a otros, extendemos el Reino de los cielos. Mostramos el amor de Dios al estar atentos a los que realmente tienen necesidad. No sólo hablo de responder con cosas materiales; hablo también de que podemos servir a otros con nuestros talentos, con lo que sabemos hacer. Para esto, tu corazón tiene que amar lo que Dios ama y Dios ama la gente.
Dios no envió a Su hijo por uno; lo envió por Su amor a la humanidad (Juan 3:16). Nuestros corazones deben sentir el peso de ese amor por otros y, sobre todo, en aquellos con necesidades reales que no saben qué hacer, dónde acudir o en quién confiar. No estamos en esta tierra para comer, vestir, divertirnos y que todo nos vaya bien. Dios nos formó y nos atrajo a Él con un plan: para que fuéramos evidencia, Sus manos para abrazar, Sus pies para llegar y ser una voz audible que hable esperanza.
Abre tu ojos, tus oídos y que tu corazón se sensibilice para servir a otros con amor. No te olvides que también sirves para servir y que no hay mayor bendición y satisfacción que dar.
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos 20:35
Edna Liz