El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!». Salmo 138:8 NVI

Qué maravilloso que el salmista pueda hacer una declaración desde su corazón, cargada de fe, creyendo que Dios cumplirá Su propósito en su vida. Me asombra la manera en que él finaliza este verso: un clamor en el que le pide al Padre que no abandone la obra de sus manos. El salmista reconocía que para ver y vivir el cumplimiento de Dios en su vida, él necesitaba estar en las manos del alfarero; necesitaba ser formado contínuamente por Aquel que conoce el diseño. El salmista entendía que era una obra en proceso y que estaba siendo perfeccionado poco a poco.

Nosotros repetimos parte de ese verso una y otra vez: «el Señor cumplirá su propósito en mí». Pero, ¿realmente lo creemos? Porque -de creerlo- deberíamos estar conscientes de la necesidad que tenemos de estar en las manos del alfarero. Necesitamos reconocer que para que Su propósito se cumpla en nuestras vidas, es esencial dejarnos formar por Él y por Su palabra. Es tiempo de dejar de soñar y comenzar a trabajar en nuestra vida, nuestro carácter y nuestro corazón.

Su propósito no se cumplirá por los sueños y deseos que tú tengas. Su propósito se cumplirá en tu vida cuando decidas dejarte moldear por Él. Hay formas en las que Él nos quiere moldear que puede ser que a nosotros no nos guste o nos incomode, pero sólo a través del conocimiento de Su palabra y por medio del Espíritu Santo podremos «entender» que, aunque tal vez no nos guste, Él sabe lo que necesitamos y lo que nos conviene. Intentar escaparnos de Sus manos retarasaría el resultado final. Así es que cuando vuelvas a declarar «el Señor cumplirá Su propósito en mí», no te olvides de clamar: «¡no abandones la obra de tus manos!».

Estoy convencida de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Filipenses 1:6

Lisandra