Entonces el Señor le dijo a Moisés: Voy a hacer que les llueva pan del cielo. El pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria». Éxodo 16:4

Luego de que el pueblo de Israel viera los milagros que Su Dios pudo hacer para librarlos de Egipto, se quejaron en el desierto porque no tenían alimento. Dios en Su misericordia manifestó una vez más Su poder al pueblo de Israel. Esta vez, proveyéndoles maná.

Las instrucciones de parte de Dios fueron claras: «Voy a proveerles y el pueblo deberá salir todos los días a recoger su ración diaria». La provisión -el alimento fresco- estaba ya disponible, pero ellos cada mañana tenían que salir de sus «camas», su «comodidad» e ir a «pasar el trabajo» de recoger esa provisión. El trabajo que ellos podían pasar recogiendo ese maná les aseguraba el abastecimiento de todo un día para toda su familia. También les aseguraba que tendrían fuerzas para seguir su camino. No era válido recoger doble porción; el trabajo tenía que hacerse diariamente.

Jesús enseñó a sus discípulos a orar al Padre de la siguiente manera: «danos hoy el pan nuestro de cada día» (Mateo 6:11). Nosotros como sus discípulos, ¿hemos realmente aprendido a seguir esta enseñanza? ¿O nos creemos que por cada domingo que asistimos a la iglesia es suficiente para abastecernos para cada día de la semana? La instrucción es la misma: cada día tenemos que buscar nuestro alimento. «Jesús declaró: yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed» (Juan 6:35).

Si cada día determináramos recoger el alimento que ya está preparado para nosotros, nuestro día sería diferente. No tienes que hacer un ritual; es sencillamente disponer tu mente y tu corazón cada mañana para que Su palabra gobierne sobre tu vida. Es reconocer cada día Su soberanía. Este sería un «trabajo» que te asegurará la victoria cada uno de tus días.

Lisandra