Y acostumbraba hablar el Señor con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo». Éxodo 33:11

Durante esta semana, meditaba y daba gracias a Dios por el regalo de la amistad. Yo disfruto de un grupo de amigos (5 parejas con sus hijos, que también son amigos), con los cuales considero tener una relación de amistad poco común. Muchas veces, no podemos coordinar para poder estar todos juntos durante el año y, cuando lo logramos, aunque no haya nada especial que celebrar, las chicas nos las ingeniamos para festejar.

Alargamos los minutos para poder estar juntas, nos reímos, compartimos anécdotas como madres, esposas, como ministros del Señor; en fin, entre chicas, hablamos asuntos de mujeres. Esta semana viajé con mi familia para poder compartir con algunas de ellas, pero esta vez deseaba estar a solas -de manera individual- con cada una de mis amigas. ¿Por qué?  Porque aunque disfrutamos estando todos juntos, sin darnos cuenta, podemos perder la relación de intimidad que una vez nos hizo unirnos y establecer lazos fuertes de una amistad inquebrantable. Me rehúso a pensar que soy amiga de un «grupo». Yo soy amiga de aquellas con las cuales intímo.

De regreso a mi casa, pensaba en tantas cosas y sentía que Dios me preguntaba a mí: «¿Lisandra, eres tú mi amiga? ¿De esas que intíma conmigo? ¿O eres amiga de un grupo llamado ‘la iglesia’?». Les confieso que sentí que se me partió el alma; no porque no me considere Su amiga, sino porque sé que Dios tiene muchísimo más y -ya sea por el estar de vacaciones, los planes que mantienen mi mente ocupada, el conformismo o lo que sea- sé que Su pregunta fue una demanda. Sé cuál es el deseo de Su corazón y -es también mi deseo- ser Su amiga íntima. Si Dios es mi todo, todo lo que yo haga en el grupo llamado «iglesia» va a ser bendecido y prosperado. Cuando Dios nos completa, no le exigimos a nadie que nos atienda, que saque tiempo para nosotros, no nos sentimos celosos, no criticamos a los demás, sino que los amamos con el amor que cubre multitud de faltas.

¿Qué te mantiene a ti en el evangelio: la gente con la que te relacionas dentro de la iglesia o tus responsabilidades dentro de ella? Si tú simpatizas con el evangelio y dices amar a Dios, pero no intimas con el Padre, lamento informarte que eres amiga de un grupo llamado «iglesia», pero no amiga de Dios. No estoy diciendo que está mal establecer relaciones de amistad en tu iglesia; al contrario, eso podría ser una bendición. Pero procura que tu motivación de acercarte a un «grupo», a una iglesia, sea el amor por el cual una vez decidiste entregarle tu corazón a Él. No te acostumbres al «grupo». Es tiempo de volver al primer amor.

«Sin embargo, tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor». Apocalipsis 2:4

Lisandra