Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos; pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil. Pondré en ustedes mi espíritu, y haré que cumplan mis leyes y decretos…». ‭‭Ezequiel‬ ‭36:25-27‬ ‭DHHD‬‬

Llegó el verano y con él, el calor que nos hace desear continuamente estar sumergidas en una piscina, en la playa, en un río o hasta en nuestras duchas de la casa. En uno de esos momentos de calor, decidí ir con mi familia a la piscina. Cuando toqué con mis pies el agua, la sentí un poco fría, a lo cual me dije: «Um… creo que me quedaré sólo así con los pies sumergidos. Me conformaré con esto».

En poco tiempo, observé a mis hijos jugando y disfrutando dentro de la piscina y les pregunté: «¿No tienen frío?». Ellos sin pensarlo me contestaron: «No mami, allí está fría, pero cuando te metes completa se te quita». Inmediatamente desee sumergirme y lo hice. Tengo que confesarles que por unos minutos dejé de creerles porque sentía el frío por todo el cuerpo. Luego me uní a sus juegos y, sin darme cuenta, dejé de sentir frío. Ahora el agua la sentía cálida y suave. De más está decirles que no queríamos salirnos de ella. Sentíamos que afuera estaba más frío que adentro de la piscina. Puede ser que ustedes se hallan encontrado en un momento como este. A mí, el Espíritu Santo lo usó para hablarme lo siguiente: «Únicamente sumergidas en mis aguas podrán disfrutar de la plenitud que tengo para ustedes».

En la Biblia encontramos en muchos lugares la palabra agua refiriéndose a «limpieza, purificación, liberación, encuentros». Por otro lado, plenitud significa «algo que está completo, que ha alcanzado el máximo, abundancia». Mujer que estás leyendo: por mucho tiempo has tenido sólo tus pies sumergidos en el agua viva (Juan 7:38) y te has sentido bien y algo cómoda, pero sabes que hay más. También sabes que hay un precio que pagar para poder sumergirte completamente, pero jamás ese precio será más alto que lo que experimentarás sumergida. Al igual que nos sucede en una piscina, jamás es lo mismo disfrutarla sólo con los pies adentro que estar con el cuerpo totalmente dentro de ella. Tienes que entrar completamente en las aguas vivas para sentir Su plenitud. Al principio puede ser difícil porque necesitas ir dejando malas costumbres y comodidades que no te dejan crecer, pero te aseguro que si lo comienzas a hacer, dentro de poco disfrutarás de sus beneficios.

Sumergida estarás limpiándote de todas las impurezas que te han detenido en tu vida como una hija de Dios. Sumergida recibes el poder de Su espíritu, un corazón nuevo y capacitado para vivir completamente para Él y en obediencia. Únicamente sumergida podrás disfrutar de la abundancia, pero no es cualquier abundancia. No me refiero a la abundancia de dinero, de cosas materiales. Hablo de abundancia de paz, de sabiduría; en fin, de los frutos del Espíritu que se desbordan en nosotras al estar sumergidas en Su presencia.

Llegó el mejor tiempo, la mejor temporada en tu vida. Ya no puedes conformarte con las experiencias del pasado, en ver y creer por lo que otros han visto o ven. Es tu tiempo de vivir rodeada de Su amor, dirigida por Su palabra y conquistando con Su poder. No lo pienses más. ¡Sumérgete!

“Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre”. Salmos‬ ‭16:11‬ ‭LBLA‬‬

Edna Liz