Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará…». Proverbios 24:16

En las Escrituras, el término justicia designa «la observancia integral de los preceptos divinos, la conducta conforme a la ley». El justo se puede conocer en la Palabra como el piadoso, el servidor irreprochable o el amigo de Dios. Pero si leemos nuevamente Proverbios 24:16, se nos deja saber que los justos pueden caer.

Caer puede ser «perder algo o perder el equilibrio». ¿Alguna vez has sentido perder el equilibrio en el camino de la fe? ¿Alguna vez te has sentido miserable porque diste lugar a pensamientos en tu mente que mancharon tu santidad? Antes me sentía constantemente de esta manera; angustiada, débil y cansada de vivir así, en el piso. Esto se debe a que nos enseñaron que todos los cristianos éramos justos, cuando la realidad es que justo es solamente aquel que decide vivir obedeciendo los preceptos de Su palabra, honrando al Rey de reyes y reconociendo Su soberanía.

¿Cuántas veces nos hemos sentido confiados en nuestro caminar con Dios? Conocer y entender la gracia de Dios nos permite andar en confianza, pero la misma palabra nos exhorta en Mateo 26:41: «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil». Velar es «tener nuestros ojos muy abiertos y estar atentos». En la actualidad, he determinado vivir en obediencia, procurar ser justa y fortalecer mi relación con Dios de tal manera que Él me pueda considerar Su amiga. Pero, ¿sabes qué? He caído y he fallado, pero así como he tropezado y caído, así mismo me apresuro a reconocer mi pecado y mi falta delante de Dios, sabiendo que el poder de la sangre de Jesús está para limpiarme, sanarme y purificarme. 1 Juan 1:9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad». Por lo tanto, ya no vivo en el piso derrotada, sino que -con la autoridad que Jesús ganó para nosotros- me levanto y sigo caminando con la ayuda del Espíritu Santo.

Tal vez tú has cometido un error, una falta, un pecado delante de Dios y sientes que literalmente te arrastras y vives en temor de enfrentarte a Él. El Espíritu Santo te hace sentir la falta, no para que huyas, sino para que corras a los pies de tu Creador. Satanás es quien procura sembrar temor en tu corazón para que no te acerques al Padre. ¿Por qué? Porque él sabe que una vez decidamos enfrentarnos y derramar nuestro corazón delante de Dios, seremos aceptados, amados, limpiados, perdonados y liberados. Por lo tanto, sus planes de mal para tu vida quedarían destruidos.

Si te has considerado una persona justa y has fallado, te invito a que recuerdes lo que al Padre no se le ha olvidado: tú y yo somos pecadores. Romanos 3:23 establece: «Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó». ¡Por su gracia nos ha justificado! Es esta gracia en la cual nos mantenemos firmes (Romanos 5:2). O sea, que Su gracia no es un permiso para cometer el mismo error; más bien es un regalo inmerecido que debemos honrar con nuestra vida y conducta al Señor.

Reconoce tu pecado, permite que Dios trabaje en tu corazón, levántate y camina. No importa cuán sucios puedan parecer tus vestidos para los que te miran, tu valor -a los ojos de Jesús- sigue siendo el mismo. Hay un plan de Dios para tu vida que está esperando ser ejecutado y hay un mundo esperando ver la manifestación de Dios a través de los justos que se atrevan a levantarse. Así es que no temas al qué dirán. Levántate y retoma tu lugar.

Lisandra