… Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios». Miqueas 6:8 NVI

En muchas ocasiones pensamos que Dios espera de nosotros que ejecutemos tareas, ya sea dentro o fuera del templo, como el evangelizar o cualquier otra actividad que sirva para «extender» el Reino de los cielos, creyendo que esta es la manera en la que honramos al Padre. Pero, muchas veces olvidamos lo que realmente Dios espera de nosotros. Es más fácil (por experiencia propia) ejecutar cualquiera de esas tareas que hacer justicia o ser justos. Por ejemplo: el cumplir con una orden pastoral es más cómodo o sencillo que practicar la misericordia día a día.

Recientemente expresaba en una clase de liderazgo que, en muchas ocasiones, yo llegué a pensar (casi segura) que dentro de mí Dios no había puesto ni una gota de misericordia. Pensaba que cada quien vivía lo que merecía (excluyendo algunas situaciones) y me parecía que cada cual era responsable de lo que vivía y que, por lo tanto, debía enfrentar las consecuencias de sus actos.

Cuando leemos la Palabra, la creemos y confiamos en que es veraz, permitiéndole al Espíritu Santo que nos enseñe. Yo no puedo ya actuar según lo que siento o creo, sino que conscientemente, enfrentándome a mis creencias y a mis sentimientos, decido y me dispongo a actuar -no de la manera que quisiera- sino de la manera en que Jesús lo haría. ¿Jesús tuvo misericordia? Sí, pero no solamente tuvo misericordia, sino que amó la misericordia. Tanto así, que se entregó y se humilló para que hoy tú y yo podamos cumplir con el plan perfecto del Padre.

¿Cómo lograr practicar la justicia y amar la misericordia? Humillándonos ante nuestro Dios y reconociendo Su soberanía sobre nuestra vida. Humillarse puede definirse como «herir el amor propio o la dignidad y abatir el orgullo». Y, definitivamente, obedecer Su palabra es humillar continuamente lo que somos para que se cumpla Su propósito en nosotros. Se escucha fuerte, ¿verdad? Pero la Palabra enseña que el que se humilla será enaltecido (Mateo 23:12). Hay demasiadas bendiciones y promesas para aquellos que deciden vivir en continua obediencia y una de esas promesas es el poder disfrutar del fruto del Espíritu Santo.

¡Qué muchas veces hemos dicho que no tenemos paciencia! Acusamos a cualquiera de habernos robado la paz y a diario repetimos un sin fin de frases, olvidándonos de que dentro de nosotros habita el Espíritu Santo de Dios (si has aceptado a Jesús como tu salvador). Dios no nos da el Espíritu Santo en pedazos. Él lo depositó completo en nuestra vida y no tenemos excusa para no obedecer Su mandato. La evidencia de que vives realmente humillada ante tu Dios es obedeciéndolo en todo y, aún así, poder disfrutar de Su presencia y de Su plan aunque no entiendas. Hay quienes «obedecen» sin disfrutar del fruto del Espíritu Santo y lucen agobiados y aborrecidos, mostrando de esta manera que su acto de «obediencia» no está completado, ya que la Palabra nos exhorta a gozarnos en Él.

Pablo escribe en Filipenses 4:4-5: «Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca». El aborrecimiento, la repugnancia y el desprecio hacia los demás, van en contra de lo que es Dios y no tienes excusa para vivir de esa manera y – mucho menos – cuando dices representar el Reino de los Cielos. ¡El Señor está cerca! Y si dices ser cristiana, es hora de que te sacudas de tus malos hábitos y de tus malas costumbres y comiences a esforzarte por mostrar tu amabilidad al mundo. Podrás pensar como yo tiempo atrás: «Es que Dios no puso amabilidad en mí o mansedumbre o templanza». Pero te pregunto yo ahora: ¿Crees tú que dentro de ti habita el Espíritu Santo de Dios? Si tu respuesta es sí, entonces de hoy en adelante ya no tienes más excusas.

«¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios». 1 Corintios 6:19-20

Recuerda que todo lo puedes en Cristo quien es tu fortaleza (Filipenses 4:13).

Lisandra