No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu Santo Espíritu». Salmo 51:11

Durante la tarde de un día común, mi esposo me comparte que quería hacer algo diferente, así es que nos dirigimos hacia el mar. «Vamos a poner música y adoremos al Padre», le dije. Al estar allá, tuvimos un tiempo hermoso con el Padre, y sin saberlo, estábamos pidiéndole al Padre algo similar al mismo tiempo.

Él me abraza y los dos empezamos a llorar y lo único que salía de nuestras bocas era que no importaba lo que pudiera ocurrir en nuestras vidas, que podríamos perderlo todo, pero que Su presencia nunca se apartara de nosotros. Inmediatamente, algo cambió en nosotros, en nuestra manera de pensar y ver las cosas.

En la vida cotidiana, podrás pasar por situaciones y momentos difíciles. Pero cuando tú decides dejar eso a un lado y anhelas con todo tu corazón la presencia del Padre, algo sucede en tu vida. Sólo tienes que poner tu mirada en el Creador. En Él podrás descansar y tus fuerzas serán renovadas. Así es que levántate y resplandece. En Su presencia hay gozo y podemos confiar en que Él siempre estará con nosotros.

Su palabra dice: «Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre». Salmo 16:11

Magda