Hace algunas semanas atrás tuve el honor de ser considerada, junto con mi esposo, para llevar un taller en el retiro matrimonial de la iglesia a la cual pertenezco.  Sin pensarlo dos veces, le dije a la líder de matrimonios: «Entiendo que sí. Hablo con mi esposo y te confirmo». Efectivamente, ambos decidimos asumir el reto.  Nos tocó la parte final del retiro. Nuestro tema: ¿Cómo seguimos siendo uno?

Pensé que no sería complicado. La verdad es que soy bendecida de tener al lado un hombre «santo», o al menos intenta cada día agradar al Eterno en todo lo que hace.  Días después de haber dicho que sí, estábamos en medio de una actividad y a modo de desahogo y en respuesta a una expectativa mía, mi esposo dijo «Yo no tengo que…» ante el asunto del que dialogábamos. La respuesta no era dirigida hacia mí, pero sólo me confirmó lo que hacía días percibía: «Algo no anda bien». El problema es que sus palabras me desconcertaron y por un momento sentí que se movía el piso debajo de mis pies. «¡¡¡Esto no me puede estar pasando a mí!!!… No otra vez». Por mi mente pasaron muchas cosas. Frases que hacía mucho ni las pensaba, estaban asomándose por mi cabeza. «¡Siempre es lo mismo!» «¡Las cosas no han cambiado nada!»  «¡Empezar otra vez!»  «¡Estoy harta!». Esas frases las repetía por temporadas hace muchos años atrás.  En esta ocasión, se asomaron a mi cabeza y renuncié a cada una de ellas. Esta vez no las repetí, pero le contesté a cada una:  «¡¡¡Las cosas no son como antes!!!» «¡¡¡Las cosas ya han cambiado!!!» «¡¡¡No tengo que empezar a hacer nada, sencillamente seguiremos construyendo!!!». En ese momento, decidí hacer un alto a mis pensamientos; decidí no hacer lo que antes hacía.  Procuré activar mi espíritu y entender lo que estaba pasando. Luego de segundos de pensar intensamente, di con la ‘respuesta’: «¡¡¡Claro!!! Vamos a ser recursos en un taller matrimonial y el enemigo – Satanás y sus secuaces- quieren fastidiarnos la vida».  ¡¡¡Eso pensé!!! Siempre es más fácil echarle la culpa a alguien.

Ese mismo día me levanté con una frase: «Donde está tu tesoro está tu corazón». Frase que después encontré en Mateo 6:21:

Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón».

He aprendido a no ignorar las frases que se repiten en mi cabeza. Medité en ella, pero la verdad es que me parecía una frase «insignificante», sin revelación, sin gloria, sin nada emocionante que decirme. «¡¡¡Eso ya lo sabía!!!».  Al menos, de los ejemplos que venían a mi mente siempre uno aprende algo. Entendí que si, por ejemplo, mi tesoro es lo material, bastará con perder mi fuente de ingreso para que mi corazón tambalee.  Si mi tesoro son mis hijos y ellos están dando ‘candela’, mi corazón va a tambalear.  Después del incidente con mi esposo y luego de haber pensado intensamente el por qué de este caos, la frase volvió a repetirse en mi cabeza. Entendí que esa no era una frase cualquiera; algo Dios quería enseñarme.  Les confieso que no entendía nada, pero lo único que le pedía al Padre era conocer y entender lo que me estaba pasando. Pude haberme enojado con mi esposo, pero no tenía razones ni motivos para cometer semejante necedad. Estaba furiosa con lo que me estaba pasando. Su tranquilidad me hacía sentir como una tonta. «¡¡¡Nada está pasando!!! ¡¡¡Todo está bien!!!». Pero la verdad es que mi corazón estaba destruido.

Esa noche tuve un sueño muy extraño y sólo les contaré el final. Estoy sentada en una casa que no conozco. Hay muy pocas personas en ese lugar y siento que me estoy ahogando. Sentía como cuando te comes un pedazo de pizza y tragas, pero el queso no se ha partido del pedazo que estás masticando y te quedan dos opciones: intentar tragarlo todo a ver si sobrevives o meterte la mano en la boca y sacarte el pedazo de la garganta. Pues sí, en el sueño deseaba vivir y sin pensarlo metí la mano en mi boca y comencé a halar lo que me estaba «matando». Cuando comienzo a sacar aquello de mi boca, lo que saco es ropa. ¿Ropaaaa? Sí. Comencé a sacar camisas, polos, abrigos… y lo curioso es que estaban amarradas las mangas a las mangas de la otra pieza de ropa. Era como si sacara un tendedero lleno de «tops» de mi boca. Alguien en el sueño se acercó para ayudarme y siguió sacando lo que parecía un tendedero. Sentí que me moría, necesitaba tragar y no podía. En ese momento, desperté del sueño. De más está decirles que me levanté agitada, buscando el aire y sabiendo que algo tenía que significar eso. Pensé que podían ser palabras que dije y Dios las estaba sacando de mi boca, pero recuerdo que dije en esa madrugada: «Señor, esta vez no dije ninguna palabra incorrecta, ¡¡¡no he dicho nada malo!!!». Sabía que algo Dios quería decirme y ahí comenzó una intensa perseverancia. El asunto no me hacía feliz. De verdad me sentía cansada de pensar en lo mismo. Pero hoy me atrevo a pensar que me porté como Jacob; horas diciéndole a Dios, «Estoy esperando que me expliques y no te voy a dejar de molestar hasta que me expliques».  Pude haberme ido a pasear. Tenía una invitación para una fiesta y la sacrifiqué, porque necesitaba el silencio.  Estaba segura de que en cualquier momento podía entender algo y no quería estar distraída. Buscar distraernos cuando estamos así es ponerle ‘curitas’ al dolor y tratar de disimular entre risas y conversaciones la incomodidad ante lo que estamos viviendo. En este caso, lo que yo -solamente yo- estaba viviendo.

No es la primera vez que sentía esa incomodidad en mi pecho, esa inquietud tan abrumadora.  Así que decidí hacer lo que por experiencia me ha ayudado más. «Okay Dios, el problema es mío, yo soy la culpable de todo.  Algo no anda mal en él, algo anda mal en mi corazón».  El texto comenzó a tener sentido, al menos con lo de «corazón». Despúes de todo un día de preguntas sin respuestas, estaba ya en mi cama y allí vi la grama verde en un día soleado y un tendedero con muchos «tops» que bailaban al son de la brisa.  «¿Qué ves Lisandra?» (al estilo Jeremías capítulo 1). Entre observar y pensar, vi mis imperfecciones y así lo tuve que admitir.  Vino a mi mente ésta frase que comenzó a repetirse una y otra vez: «Mis imperfecciones muestran mi fragilidad». La frase no me encantó. «Está bien, soy frágil, pero esa frase no puede acabar ahí. ¡¡¡Ya entiendo!!! Soy imperfecta, cometo errores porque soy frágil y no soy tan fuerte como aparento ser!!!». Mientras le presentaba a Dios todos estos pensamientos, la frase se completó con otra frase maravillosa:

Mis imperfecciones muestran mi fragilidad, pero Su gracia la habilidad para perfeccionarme».

En ese momento el Espíritu Santo me hizo recordar 2 Corintios 12:9: «Bástate de mi gracia porque mi poder se perfecciona en tu debilidad».  Pero en ese momento, ese texto me señaló a mi esposo y entendí que así como Su gracia me perfecciona en mi debilidad, Su gracia también estaba disponible para perfeccionarlo a él en su debilidad.  En ese momento mi preocupación fue cambiada por expectativa.  Si Dios puede mostrar Su poder en mi debilidad, estoy segura que Su poder se manifestará a través de mi esposo ante lo que yo puedo pensar que es su debilidad. Nada más y nada menos que PROCESOS en TEMPORADAS. Ya despúes de entender esto, puedo salirme del medio sin criticarlo, sin juzgarlo, sin discutir y puedo decidir gozarme por lo que mis ojos verán y orar fervientemente para que en ésta temporada pueda salir conociendo algo nuevo de Dios que todavía no ha conocido.  El cierre del retiro matrimonial fue un éxito. ¿¿¿Recuerdan que había pensado que el enemigo se había levantado en contra de nosotros para hacernos retroceder??? ¡¡¡Qué tonta fui!!! Hoy puedo entender que Dios me confrontó y utilizó a la persona que más amo.  La verdad es que Dios provocó que ideas, enseñanzas mal aprendidas, temores, rabia, falta de perdón, inseguridades, malas costumbres y actitudes no muy buenas salieran a la superficie de mi corazón. Qué horrible se siente cuando Dios nos muestra lo más profundo de nuestro corazón. Jamás pensé que había lugares tan oscuros y olvidados dentro de mí. Se siente tan feo y puede ser tan humillante que preferimos culpar aún hasta al diablo mismo de las actitudes de nuestro corazón. He logrado tantas cosas gracias a la ayuda de Dios. He alcanzado tanto gracias a Él.  ¿¿¿Cómo es posible que dentro de mí hubiera esa clase de basura???  Lo que he logrado para Dios vs. lo que estaba en mi corazón, no cuadraba, no me hacía sentido.

Entendí en todo esto que mi corazón estaba puesto en un tesoro llamado Raymond, mi esposo. Aprendí que si de él sale una palabra o una actitud que no me encante, va a hacer tambalear mi corazón; cosa que está muy mal. Clamé a mi Dios y le pedí perdón, porque entendí cosas que antes ni las veía. Entendí que mi corazón estaba en el tesoro equivocado y volví a entregarle -de una manera consciente- mi corazón a Dios.  Fue casi como que me convertí otra vez,  jajaja. El enemigo pudo haber tomado ventaja de esta situación si mi actitud hubiera sido diferente, pero ante esto mi actitud fue la mejor. ¡¡¡Soy yo Señor, trabaja conmigo!!! Un corazón contrito y humillado Dios no lo rechaza. Cuando Dios nos quiere llevar a otro nivel presenta delante de nosotros nuestro corazón.  Lo hace de diferentes maneras. Pero cuando Dios quiere trabajar con tu carácter, prepárate, pero hazlo con el corazón correcto. Dios se va a encargar de honrar nuestra humildad -no nuestra falsa humildad- sino la humildad de nuestro verdadero corazón.

¿¿¿La revelación del sueño que tuve para mi vida??? La voy a compartir y lo declaro sobre tu vida: «Ya no abrigarás más tu corazón con lo que antes lo abrigabas. Es un tiempo nuevo. Ya no sirve lo viejo. Te arranco del corazón lo que no sirve y te hago libre para ejecutar tu llamado». ¡¡¡Fue fuerte!!! Pero mi Dios siempre está para consolarnos, aún en medio de lo que no entendemos. No culpes más a los demás de tus decepciones; deja de echarle la culpa a ellos. Tal vez lo único que están haciendo es sacando a la superficie la basurita que no has entregado a Dios.  Asume el reto de ponerte bravo, atrevido y valiente con la persona correcta: Dios.  Trágate el orgullo, los títulos, los logros y humíllate ante el único que te puede exaltar.  De lo contrario, prepárate para ser humillado, porque lo que Dios quiere hacer, ni aún el más listo se escapa. Y eso, que toda mi vida he pensado que soy más lista que inteligente. Ante mi Creador, ¡¡¡na’ que ver!!!

¡¡¡Viene Gloria para la Iglesia de Jesucristo!!!, pero no va a ser vertida sobre cualquier corazón. Sino, sobre aquellos corazones que estén dispuestos a aguantar el cedazo de las manos de ese Santo Alfarero. ¿¿¿Has estado estancado en lo mismo??? ¿¿¿Te parece que otros te hacen las mismas cosas??? ¿¿¿Te estás quejando??? ¿¿¿Estás hablando de personas a sus espaldas porque crees que la tienen contigo???  A veces me asombro de lo importante que se creen algunas personas que casi se atreven poner su cuello en un picador y juran que los demás se la pasan hablando de ellos. ¿¿¿Realmente crees que hay cosas buenas que hablar de ti a tu espalda???  ¡¡¡¡NOOOO!!!! Entonces si hablan de ti «cosas malas» y «no son verdad», ¿¿¿por qué te mortificas??? Es tiempo de madurar. Hay mucho más que Dios quiere hacer contigo, pero para eso tienes que dejarte moldear por Él. No endurezcas más tu corazón. No ignores los ¡¡¡ALERTA!!! del Espíritu Santo de Dios a tu vida. No huyas, no te acobardes. Si asumes la responsabilidad o la culpa de un asunto en una corte terrenal, el juez te privará de tu libertad y posiblemente si es grave el caso, te encarcelarán. Pero si asumes tu culpa ante el Juez Soberano de la Corte Suprema del Reino de los Cielos, serás perdonado, serás libre y lo mejor de todo es que no es delante de un ser humano; es allí donde estás, sol@.  No te tienes que humillar delante de nadie, no tienes que ir a donde otro a decirle nada (a menos que Dios te lo diga). La ventaja es que -si asumes tu responsabilidad en tu intimidad con Dios- Él comenzará a hacer en ti algo maravilloso, mucho más de lo que hasta ahora has visto y lo mejor es que los demás podrán probar y disfrutar del buen fruto que dará tu corazón.

El enemigo de las almas anda como león rugiente buscando a quién devorar. Si eso es a las almas, imagínate a las almas de aquellos que procuran establecer el Reino de Dios en esta tierra. Va a intentar pegarte duro por donde más te duela. ¿¿¿Dónde está tu corazón??? Si no estás seguro de dónde está tu corazón, si no sabes en qué momento se te perdió, te animo a que como el salmista David, te presentes delante del Único y Verdadero Dios y de lo más profundo de tu ser le digas:

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno».  Salmo 139:23-24

Porque aún en el proceso de toda esta travesía Dios lo que espera, es que Sus Hijos, SIGAMOS SIENDO UNO.

No te distraigas coloreando los trazos que el enemigo ha dibujado para ti. En otras palabras, no le des más color al asunto. Creo  que los problemas que no tienen sentido, es un arma que ha sido disparada hacia los hijos de Dios para procurar detenernos y lamentablemente ha sido efectiva en la vida de muchos creyentes. Hay situaciones que no podemos resolver, pero sí podemos resolver nuestra actitud ante las situaciones.

«Practiquen el dominio propio y manténganse alerta» (1 Pedro 5:8). Dispón tu corazón a Dios y determina tapar tus oídos a las voces que no te edifican, cierra tus ojos ante lo que no te conviene ver, cállate la boca cuando no tengas nada edificante que decir, no le des lugar a pensamientos en tu mente que no glorifiquen el nombre de Dios.  El purificar nuestro corazón es una decisión constante con beneficios eternos.

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8 (RVR)

aún ante las situaciones que no podamos comprender.

Que el Dios de toda gracia, los restaure, los haga fuertes, firmes y estables para que juntos, como un solo cuerpo, podamos establecer el Reino de los Cielos aqui en la Tierra.

Bendiciones 🙂